martes, 31 de agosto de 2010

Sin noticias de Gurb

Hilarante, paradójico y satírico. No puedes dejar de leer más de dos páginas y empiezas de nuevo a enroscarte de risa. Convulsionas teniendo muy claro que en cualquier instante tus esfínteres, que hacen un enorme esfuerzo por trabajar vigorosamente, dejaran paso libre a tus líquidas emociones. Eduardo Mendoza es un maestro de maestros cuando se trata de manejar la ironía y de crear personajes encantadoramente memos. La historia se narra a partir de una bitácora diaria de peripecias en busca de un extraterrestre amigo (Gurb) que ha adoptado la apariencia de Marta Sánchez y que recorre Barcelona en aparente actitud de deserción a la misión que le han encomendado. El amigo de Gurb, que escribe la bitácora, no tiene la menor idea de cómo comportarse en una sociedad tan diversa como la Barcelonesa y su interacción con diferentes personajes y lugares produce una trama cómica en extremo.
Uno no puede dejar de visualizar al ET sin colapsar en una risa estereofónica, que derriba cualquier sentimiento de vergüenza por lo que los demás dirán, cuando se nos estrella la imagen de él repletándose de 20 kilos de churros mientras piensa como ligar con la vecina que ha visitado hace unos días con el propósito de descubrir todo sobre ella, aprovechando que estaba fuera del departamento, para finalmente darse cuenta cuando obtuvo la información de la deseada vecina que o ella ere él o se había catastróficamente equivocado de piso y había estado colgado de una lámpara con un mastín haciéndole guardia durante cerca de cuatro horas.
Den la bienvenida a esta extraordinaria dosis anti stress en forma de un brillante y comiquísimo relato.


Sin noticias de Gurb - Eduardo Mendoza


Recomendable

viernes, 13 de agosto de 2010

Cómo me hice monja

Fuera de esta realidad o de cualquiera que puedas crear. Casi puedo decir que hasta su lectura estuvo suspendida en un entorno externo a la vida. Con una linterna de minero que evita que mi cerebro se desparrame y que mi pequeña hija se despierte. Pasando las hojas con una intensidad invisible, sin que crujan y estallen en la apagada noche de mi dormitorio, del que aprovecho los silencios de mi mujer como ruido de fondo. Con mucho cuidado para no resucitarlas del sueño y entumecido por el frio de Lima que me toma de los tobillos y me los lame. Así mis ojos buscan la intriga y el hecho en la siguiente línea, en la palabra de abajo, en el párrafo del futuro. El primer minuto y el cuarto se hace pequeño, las paredes y los abalorios parecen descansar en los límites de mi rostro. Los primeros diez minutos y la novela me ha tomado por las orejas y me arrastra hacia su trama (como un personaje más de la locura de Aira). A los segundos diez minutos ya soy un adicto. Seducido por una fuerza narrativa devastadora que te rompe los sentidos, como si te estallara la dinamita que tienes abrazando con tu mano. El final se precipita antes de la hora y la noche, que apenas veía nacer sus primeras bestias, ya no se ahuyenta con todo el parapeto que he levantado para leer a la Monja. La luz de la linterna de minero que ha aniquilado a la lámpara de la mesita de noche, por su atributo de focalizadora, empieza a desvanecerse, como si las baterías hubieran también sido afectadas por la lectura. El final debe llegar. Corro en busca de la conclusión anhelada (deseada con la fuerza del cuerpo que demanda otra dosis de metanfetamina). Nado, escapando de las mandíbulas de un tiburón cerrándose sobre mí y con la orilla en el visual de un submarino fantasma justo cuando los dientes triangulares se frotan entre sí con mis apéndices luchando entre sus comisuras. Llegó. En el mismo momento que conquisto el final y como una falange que se incrusta en mi mente, se revela una de las mejores historias que leído en mi vida y un final que trastorna y que da caza a la memoria. Impresionante pero solo al final aún más impresionante, como si se iniciara otra novela fuera de este mundo.


Cómo me hice monja - César Aira


Imprescindible

martes, 3 de agosto de 2010

Salón de belleza

Mario Bellatin es un extraordinario escritor. ¿Como llegue a él? Recuerdo la insistencia cafeinada de Maurizio Medo. De tarde en tarde en el verano del 2008 - aquel verano que se hizo perenne a pesar de todo, hasta del clima - sentados como en casa, en un café que siempre recordamos, apasionado como un Ferrero de Gubernatis di Ventimiglia, nos acerca a la literatura con el elusivo propósito de no hacerlo. Así fui haciéndome una lista de mis deudas literarias. Salón de belleza es una novela extraordinaria, una de las grandes de la literatura castellana: Sencilla, sin mensaje y encabalgada sobre una bala narcotizada que pretende reventar el Bull de la experimentalidad. La plaga y la belleza, el Moridero como estación final, hecho solo para ahogados. El individuo y el grupo, el grupo al margen de las páginas. Imagínense que el medio de sus vidas - vida que no han dejado de gozar rebuscando en los rincones más escondidos de la procacidad y lo prohibido - se convierten en un santo. Pero de los que se viste de mujer en la noche, para ligar cualquier cosa. De los que se elevan en un aura púrpura mientras esperan con una secadora de pelo enterrada en la cabeza, de las grandes que siempre vemos en los salones de belleza. Finalmente de aquellos que se hacen recogedores de mortantes, moribundantes o mierderias con tobillos. Coleccionistas de aquellos que nos les queda nada más que ser recibidos por alguien que les lama sus últimas ulceras. Así es salón de belleza: un desafío con un gusto al final a burbujas de oxigeno encerradas en vidrio. A gupis, tetras y goldfish en una única pecera que te salva porque el tiempo, está tan llagado como el Moridero.


Salón de belleza - Mario Bellatin



Imprescindible

domingo, 1 de agosto de 2010

El jardín de la señora Murakami

Acabo de descubrir a Mario Bellatin y me parece un error inefable haber dejado que pasara tanto tiempo. Un escritor extraordinario. Que hace de la sencillez un ejercicio experimental de tal envergadura que cautiva y “mata el hambre”. Cuando leía el jardín de la señora Murakami fue inevitable descubrir entre las imágenes que se formaban en mi mente un símil posmoderno de la escritura de Kawabata. Hay dominio en la práctica de convertir una novela corta en una experiencia con todo el poder acumulativo de una novela “grande”. Nos presenta al personaje a lo largo de la novela de manera elíptica y temporal. Nos trasporta de un momento a otro, de un lugar a otro y nos deja completamente saciados.

El jardín de la señora Murakami – Mario Bellatin




Recomendable