martes, 26 de abril de 2011

La lección del maestro

Paul Overt está enamorado de la señorita Fancourt. De sus ojos, de su pelo, de la libertad que se desprende de sus actos como lo hace la fragancia de las flores que se abren por primera vez. De las palabras con las cuales lo ha seducido. Porque ella parece haber nacido en este mundo como desagravio del tiempo.
La conoció en una reunión, el mismo día que vio el rostro del maestro, Henry St. George. Un literato notable, un hombre que ha bebido tanto de la gloria del mundo que después de las primeras obras maestras no produjo más que decepción. Overt también es escritor y admira muchísimo a St. George. Anhela conocer la profundidad del maestro y descubrir en aquella hondura el origen de la pluma marchita.
La lección del maestro es una de las novelas más vigorosas de Henry James. La construcción de las ideas demuestra una pericia mental fuera de este mundo. Las imágenes se forman por si solas, como si uno sostuviera con sus manos cerca de los ojos aquellos aparatos con apariencia de binocular que nos muestran mundos caleidoscópicos.
La lección del maestro es un desafío que impone frente a nuestros ojos la vocación y el amor. La pasión por nuestros sueños solitarios retados por la sublime subjetividad que brota de la pasión por alguien. La escritura perfecta como ejercicio obligadamente solitario, en conexión imperecedera con uno mismo o la construcción de redes de afectos y sensibilidad basados en conceptos tan antiguos como el amor, el matrimonio, los hijos, finalmente la familia. ¿Qué elegiría el genio, a sí mismo o a los demás?

La lección del maestro – Henry James

Recomendable

sábado, 23 de abril de 2011

La hora de la estrella

Macabea es una chica tan singular que casi no existe. Su vida es extraordinariamente parecida a la de muchas chicas muy pobres que han cumplido veinte años sin darse cuenta. En Macabea radica la soledad, el vacío, la simpleza y la fealdad. En ella se instala para siempre y sin esperanza la paradoja de la humanidad: vivir para morir. La pobreza la viste y la rellena como si fuera una muñeca. Pero de esas feas con el rostro cubierto de estribaciones y valles, de las que huelen mal porque no se les limpia, a las que no se les mira en el escaparate y si alguien lo hace, de puro azar, recibe esa mirada que no espera nada, descubre apenas una instantánea del desinterés.
Macabea es un ser que ha nacido con la habilidad de no tener ninguna habilidad. La vida rebasa sus pies como si fuera otro peatón que ni la ha visto. Nadie la siente, nadie la extraña, nadie piensa que existe. Un grupo de seudo-científicos la consideraría un fenómeno paranormal menos digno de explorar que un duende que siempre se deja ver.
Ella es un dejavu nostálgico. Vive, lo que podríamos considerar, al margen de la vida y lo hace añorando el futuro. No es tan difícil imaginar a un ser que no tiene pasado, ni futuro y cuyo presente es ignorado hasta por él. Macabea podría ser la gloriosa representante de los ausentes que casi cruzan nuestros caminos. Simboliza aquel estudiante que nadie conocía hasta el día en que decidió a travesar su cráneo con plomo vengativo. O aquel hombre ciego que no descubre que la mayoría de la gente cruza hacía la otra orilla de la pista para no colisionar con el hecho de que debe ayudarlo. O aquella maestra que se sustrae detrás de otras, que tratan de hacer lo mismo, frente a un niño Down que solo quiere ayuda para comer. O aquellos otros que se agrupan en efímeras manadas para hurgar y hurtar la basura de otros, cuando estos ex profesamente duermen para no sentirlos.
Esta es la historia de una chica que descubre su existencia, o el filo tibio de ella, cuando la muerte viene a cobrase su terca ausencia en el mundo, o quitarnos a todos la incomodidad de descubrirla humana y existente.
Clarice Lispector es una genio inexplorada de la literatura. Muchos han querido esconderla debajo de los paradigmas literarios. Como si su creación aun no estuviese lista para nosotros. Como si fuera una artista del futuro y su obra estuviera esperándonos en veinte años o más.
Pero Lispector es subyugante y lo difícil que puede parecernos su obra se disipa cuando sus palabras se conectan con nuestra conciencia. Y entonces, descubrimos que la simpleza de las cosas puede engendrar un mundo alterno y maravilloso. Es como si nos enseñara un nuevo lenguaje. Como si nos mostrara apenas tres piezas fundamentales de un rompecabezas y nosotros armáramos, con nuestra mente alineada, una obra monumental en clave de totalidad.
Leer la Hora de la Estrella o sus doce títulos alternativos es un ejercicio de creación impresionante y sencillo. Es conectarse con un idioma que solo Clarice Lispector ha creado para nosotros.
La hora de la estrella – Clarice Lispector


Muy recomendable

jueves, 21 de abril de 2011

Los ojos del hermano eterno

Virata fue el más grande de los guerreros, digno de la espada que solo traza el camino de un dios. Fue el juez más justo y negó siempre al castigo de la muerte. El conocimiento y la sabiduría lo coronaron como un hombre contemplativo y generoso. Luego se retiro al bosque para convertirse en la estrella de la soledad, cerca a dios, en él, con él y con todos. Le pidió al rey que no le otorgara el poder, porque el poder impele a la acción y creía que la visión de los ojos del hermano eterno lo perseguiría clamando su culpa. Porque Virata no podía huir de ella. Una culpa tan grande que tenía a su sombra dos mundos lejos de su cuerpo.


Esta es una leyenda que habla de un hombre suspirado por todos, admirado como un caudal de conciencia y devoción, querido como un padre por todos los mortales de la tierra de Birwagh. Esta es la historia de quien nada hay escrito en las crónicas de los soberanos, a pesar que fue el único llamado por los cuatro nombres de la virtud.


Stefan Zweig escribe una leyenda que parece haber sido escrita hace milenios, se percibe lo añoso como aquel olor que desprende la vejez de un vino, la impresión amarillenta de un lienzo que maquilla su trajinar con capas de pintura usurpadora. Como se siente, cuando uno se aproxima a los libros, aquellos añejos, llenos de cementerios de polillas, barrenados por larvas sepultadas en celulosa.


Zweig nos narra como un Merlín atemporal una historia imperecedera. Y desde aquel siglo donde su mente se ha detenido, nos atraviesa con la mirada del hermano eterno. Este es uno de los pocos libros que el lector quisiera aprender de memoria, como para tatuarlo en su ánimo, como para asegurarse ser perseguido por su belleza y sabiduría.


Los ojos del hermano eterno – Stefan Zweig


Muy recomendable

miércoles, 20 de abril de 2011

Perdido el paraíso

Un día que se convertiría en uno de los más terribles de su vida, decidió internarse en las favelas que rodean Sao Paulo. Pero, como buscando el destino macabro y desarticulante, detuvo su auto en Paraisópolis, la peor de todas ellas. Quizás un perro, en la mente de aquella gente, demandaba mayor respeto que ella. La tomaron entre todos y la despojaron de adentro hacia afuera, como quien recuerda luego de semanas que tiene que sacar la basura que ha empezado a podrir las paredes y el aliento de todos. Tomaron casi todo: su piel, sus días, que no eran muchos, sus venas y arterias, pero especialmente sus venas, en donde resistían sus sueños la mirada de todos. Lo peor, como lo recordó siempre, fue que se olvidaron de matarla. La dejaron olvidada como una bolsa de basura en medio de la calle, mientras regresaban a sus casas contagiados por la risa, no de lo que habían terminado de hacer hace un instante, sino de algún chiste sobre el futbol, la falta de dinero, o la paliza que uno de ellos había recibido de su mujer por ponerle los cuernos.


Grito con horror. Con aquel que sella de por vida la muerte terrible, ruidosa y violenta de alguien que no debió morir nunca. Pero lo que no se perdonó fue imaginar que todo aquello había sido provocado por una nube oscura y densa. Y no se lo perdonó porque las nubes no te arrancan la ropa, ni te descuartizan, ni te arrojan al basural como si fueras un escupitajo mal oliente.


Cees Nooteboom es un viajero recalcitrante. Un conocedor de caminos. Un cosmopolita sedentario. El planeta es su hogar. Disfruta cada gota de helada, cada esencia de pienso, cada mina del suelo, cada piel de tormenta como si fuera el primer placer del mundo. Nuestra suerte es que escribe maravillosamente. Y las imágenes que nos trasladan a sus mundos reales se transforman en el líquido que nos pulsa.


Pero esta vez, va más allá. Nos cuenta una historia nacida en la hondura de la humanidad. Nos describe un viaje perpetuo en busca de salvación, dentro de un mundo poblado por los primeros hombres y por ángeles que no existen.

Perdido el paraíso – Cees Nooteboom


Muy recomendable

jueves, 14 de abril de 2011

Pedro Páramo

Juan Preciado decide cumplirle a su madre su último deseo. Así que se enrumba hacia Comala, para buscar a su padre, Pedro Páramo. Cuando llega al pueblo, descubre la soledad y la ruina instalada en todas las casas y caminos. La muerte y el abandono como los últimos patrones de los ranchos de adobe que ya nadie visita y que van enterrándose a si mismos. Descubre que su padre es dueño de todo lo que su vista abarca y que esta muerto. Las horas pasan y en una dinámica insólita, que se rinde al pasado y se pliega sobre el presente, van exhibiéndose personajes que cuentan la historia del patrón. Personajes que parecen no poder descansar en paz y que murmuran y gimen en la noche que los tiene atrapados en Comala. Presos de la vida y muerte de Pedro Páramo.

Cuando le preguntaron a Juan Rulfo, por qué después de Pedro Páramo no había escrito más, el contesto: “Es que se murió mi tío Celerino, que era el que me contaba las historias”. Sea este o cualquier otro el motivo, creo, con una certeza nacida desde la imagen del espejo que me observa, que en su pequeña novela lo escribió todo. No solo todo lo que él pudo escribir, también todo lo que pudieron escribir todos.

Es como si por una extraña transformación contemplativa hubiera, en un instante fatuo, comprimido la inspiración, la creación y la fantasía de la lengua castellana, en el espacio justo y buscado por el arte. Como si se le hubiera revelado para siempre los deseos más ignotos de los lectores del mundo y con una maestría fuera de este plano, nos hubiera obsequiado la novela perfecta.

Poesía, realidad, invisibilidad, muerte, soledad, locura. Son palabras que construyen, no solo la historia del pueblo de Comala, también sus caminos, y sus casas con techos perdidos que nos dejan ver estrellas gordas y escuchar rumores que matan. Pero, Juan Rulfo, no habla solo de la muerte y la soledad que se asienta, como para quedarse para siempre, sobre el suelo de la Media Luna, nos intriga sobre la humanidad y nos revela, como si viéramos una imagen fractal, la novela de nuestro continente. De nuestros pueblos y de nuestros caminos.

No he visto hasta hoy una metáfora tan sutil y abrasadora como la nacida de la conjunción de la eficiencia, la realidad y la poesía que se desprende, como un viejo cromo de un álbum familiar, de la obra de Rulfo. Imprescindible para todos, como parte de aquella piel que te hace sentir el mundo plenamente.

Pedro Páramo – Juan Rulfo



Imprescindible

domingo, 10 de abril de 2011

Balzac y la joven costurera china

Luo y su amigo, dos adolescentes chinos citadinos, son enviados al campo para ser reeducados. Ordenes incontestables de Mao Zedong, a comienzos de los setenta. Los montañeses, ex sembradores de opio, los reciben con sospecha. El jefe de la aldea del Fénix del Cielo, en su primer día, se entretiene con un instrumento que el amigo de Luo, quien narra la historia, ha traído en su equipaje. Se lo lleva a la nariz y a los ojos, lo agita como si fuera una botella con un brebaje espeso y maloliente y finalmente lo tira lejos de él. Los acusa de haber traído a su aldea una cosa reaccionaria. Pero Luo obliga a su amigo a tocar el violín. Hay que quemar ese juguete para imbéciles, dice el jefe de la aldea, pero Luo lo convence que lo que realmente su amigo está tocando es la grandiosa y conocida obra musical: Mozart piensa en el presidente Mao. Así es Luo, un reaccionario intelectual y burgués protegido por una piel de inocencia y humor. De aquel que esconde el sarcasmo más intelectual, que se niega a ser comprendido por los montañeses.

Balzac y la joven costurera china, es una hermosa historia de amor, entre Luo, incansable y devorador de todas las novelas de Balzac, que ha encontrado escondidas en una maleta y que ha robado sin sentirse ladrón, y la sastrecilla, la más hermosa mujer de Fénix del Cielo, a la cual Luo ha ofrecido reeducarla, contándole historias admirables donde la belleza de la mujer, como escribe el francés, es un tesoro que no tiene precio.

Dai Sijie casi no se ha inventado nada. Esta pequeña novela podría pasar como una lucida fabula o una crónica inspirada. Sijie fue reeducado, o por lo menos aquellos que lo pretendieron, así lo creyeron. Y producto de ese internamiento en la profundidad de la provincia, fueron germinando su pensamiento y sus cualidades.

Balzac y la joven costurera china es una obra sencilla y gloriosa. La descripción de los paisajes y el compromiso de Sijie con la verdad vivida, recrean una atmosfera que permite al lector mimetizarse con los roquedales, o las profundas charcas al pie de las cascadas, o sentir el cuerpo invadido por una ejercito de bichos mientras escuchamos, extendidos sobre las colchas, viejas e invadidas, las canciones del viejo molinero.

Se percibe desde el inicio la censura sobre la novela de Sijie. Se descubre el secreto revelado, que ha pretendido ser oculto y desprestigiado. Se confiere al lector la posibilidad de comprender la vida en un mundo cristalizado por la ignorancia y por la complicidad de un estado fundamentalista y tirano. La china de entonces regida por la omnipresencia de las tinieblas y el pavor.

Balzac y la joven costurera china – Dai Sijie

Muy recomendable

miércoles, 6 de abril de 2011

Correr

Emil Zátopek es un soñador, joven y espigado, que un buen día se pone a correr y descubre que le gusta. Desde entonces no deja de hacerlo. No deja de superar todos los records del mundo. Su correr es extraño y doloroso, es como si hiciera todo lo posible por romper los cánones atléticos. Cuando se cansa, en lugar de mantenerse en un nivel de recuperación disminuyendo estratégicamente el impulso para, como lo hacen todos los atletas de fondo, rescatar las fuerzas que lo llevaran a la meta, el se esfuerza aún más, hasta que su cuerpo se contorsiona y parece adquirir la forma de un maniquí desarticulado a punto de desarmarse y estrellarse en el suelo. Y gana.

Ha logrado en su vida muchos aplausos y la adhesión del mundo libre, de aquel mundo más allá de las fronteras que encierran su lugar. Aquel nuevo mundo lo transporta, pero no lo suficiente como para distraerlo de su único objetivo: correr.

La republica de Checoslovaquia en la década del sesenta, ha pasado por todas las denominaciones pírricas que le pueden hacer a un país. Es al final, camuflado o no, un régimen comunista bajo la tutela de su hermana mayor, la URSS, que no deja que se porte mal y está pendiente de cada paso que da en búsqueda de una sociedad controlada y perfecta: la franquicia más denodada del comunismo proletario y mísero.

En aquel país, el silencio, es el discurso de los vecinos. El miedo, la piel que viste a los checos de a pie. El sueño nacional, una utopía vista como un bálsamo marginal y peligroso. En ese mundo, el sargento Emil Zápotek asciende hasta coronel y deleita, como si fuera, la máxima joya de la publicidad socialista, al régimen abusivo que solo ve en él, la imagen que aprovecha para estafar a los jóvenes y maquillarse frente al mundo. “La republica checoslovaca produce dignos campeones que nadie en el mundo puede vencer. Campeones que el socialismo ha nutrido, héroes de una educación a prueba del infecto capitalismo en declive”. Así dirían aquellos cerriles soldados. Pero otro buen día, el coronel Emil Zápotek, sin dejar de correr, pero ganando menos y superando pocos records, decide protestar. Y su pueblo, que desde siempre lo apabulla con afecto y omnipotencia, lo ve correr otra carrera y lo aplaude aún más, porque en esta ocasión, él los hace llegar en el primer lugar y resistir al abuso y la represión del régimen desmedido y nefasto de la hermana mayor invasora.

Jean Echenoz es un escritor minimalista, transparente y directo. Nos describe la vida de Zápotek, sin ser una biografía, con una sencillez y una avidez tal, que ni nos damos cuenta que lo leemos. No podemos distinguirnos sentados en el sofá, en la cama, en donde sea, con un libro en las manos y la mirada pegada a él o con la misma mirada pegada a un televisor observando una pequeña obra de arte, que zapeando, hemos tenido la suerte de encontrar entre aquellos canales que pasan películas alternativas que siempre ganan el Oscar a mejor filme extranjero.

Correr es una pequeña novela conmovedora y aleccionadora. Brillantemente escrita, como deben escribirse las biografías que no lo son. Una vez iniciada, dos horas después encontraran el final y no podrán creer que en realidad nunca estuvieron leyéndola. Fue otra pequeña película que no olvidaran.

Correr – Jean Echenoz



Muy recomendable

martes, 5 de abril de 2011

Corazón tan blanco

Si no quieres leer esta novela ni la empieces. Ahí esta la trampa. Apenas lo hagas, estas perdido. El inicio de Corazón tan blanco es una construcción embebida en las fórmulas más alucinógenas y adictivas que he leído. Como si tus ojos quedaran atrapados y pegados a las palabras. Como si las palabras conspiraran para adularte y envolverte en un engaño del que ya no puedes salir. Me imagino al lector como un escarabajo astuto y comilón que ha recibido desde lejos el aroma del pastelito más azucarado y exquisito, se aproxima y detecta arriba, entre el verdor, un hermoso farol que desprende el perfume, una fragancia que promete caramelos y placer. Transita lo que lo separa y encuentra una piscina de miel y se arroja sobre ella para que, mientras se envuelve en el líquido dulzor, ingerir hasta donde la mandíbula aguante toda la ambrosia que pueda. Luego se sierra la trampa de la Venus atrapa moscas y el escarabajo (ósea yo, el lector), queda atrapado en una digestión placentera que dura todo lo que le queda de vida, que puede ser mucha o poca (en realidad ya no importa).

Esta extensa metáfora no se acerca ni un poco, a lo que sentirán cuando empiecen a leer la novela de Javier Marías. La metadona y el LSD quizás los aproximen más. Pero luego, la suerte ya esta echada.

Javier Marías escribe una de las mejores novelas que se han podido escribir en nuestro idioma. La singularidad de la historia y el ingreso impetuoso en el mundo interno de Juan, que no ha querido saber, pero ha sabido, es impactante. El conocimiento se luce a lo largo de todo el relato. Es como si estuviera hilando una filigrana uniendo inicios y finales, doblando medios y conclusiones, recomponiendo y rasgando la trama para que, al mismo tiempo en nuestra mente, ocurra, con las ideas, los conceptos y las creaciones, lo mismo. Exactamente lo mismo. El amor, el secreto, el asesinato, la tristeza, la sensación de huir porque nos persiguen sin saber quien, ni en que momento. La certeza de que algo va pasar, algo que va cambiar todo nuestro mundo. La normalidad casi inaccesible para todos, debido a la distracción de la hegemonía de lo cotidiano, queda revelada y no podemos escapar de la verdad absoluta que se estrella sobre nuestros rostros:

“Mis manos son de tu color, pero me avergüenzo de llevar un corazón tan blanco”.

Corazón tan blanco – Javier Marías

Imprescindible