miércoles, 31 de agosto de 2011

El embarazo de mi hermana

En esta novela, la narradora nos cuenta en un diario, con el estilo que utilizaría un robot, los detalles del embarazo de su hermana mayor. Los meses de nauseas van configurando el sentimiento de la futura madre. Pero al contrario de lo esperado, la distancia entre la maternidad y la anonimia se estrecha más. No es el bebé, el hijo, hasta en última instancia aceptaríamos con cierto grado de afecto, el feto. Lo que sucede dentro del útero de la primeriza es un fenómeno biológico exento de humanidad, un conjunto de células que, retando la cotidianidad de la vida, han decido tomar la iniciativa creando complejidad: tejidos, órganos y sistemas. No existe en la madre ningún rasgo de afecto. Nos parece estar viendo a una colegiala, que tiene en el cerebro todo menos las tareas de los cursos, esforzándose por parecer responsable por primera vez. Pero no solo la madre traspira un inútil sacrificio por la vida que crece, la narradora nos traduce su constante desinterés. Como si hubiera sido puesta a regañadientes en la labor de cronista insípida.
Los olores empiezan a invadir todo el entorno de la madre, la acechan, la arrinconan, la penetran haciendo que su cuerpo se rodee de asco. Mientras tanto, la hermana diligente, que describe con una absoluta ausencia de sentimiento la tragedia, transforma su vida adornando el patio trasero con comida, tapetes y enceres de todo tipo que ocasionan un tormento mortal en los senos nasales de la hermana mayor. Y de pronto, como si se tratase de otro embarazo, todo cambia. Y la escuálida embarazada se convierte en un monstruo devorador de mermeladas de pomelo.
Yoko Ogawa es una escritora extraordinaria. Lo impresionante de su obra se fundamenta en la singularidad de los hechos que describe. Descubrimos una cercanía notable con nuestra realidad, casi podemos tocar la similitud, como si esta estuviera formada de gelatina. Una similitud fría, translucida y bamboleante. Y en el momento exacto, en donde nos disponemos a denominar aquella historia que se nos hace tan familiar, Yoko Ogawa emprende un giro tan inesperado que nos deja completamente perturbados, sostenidos en la última palabra de la novela. Luego, como aquella marea que demora en sorprendernos cuando yacemos calmos en la orilla de un mar aún más calmo, nos empapa la cruel, gélida y dolorosa trama. Todo en retrospectiva. Recorremos la obra desde el final hasta el primer día del diario.
La literatura japonesa no es sofisticada, ni brumosa, como algunos turísticos lectores y críticos han pretendido divulgar. Más allá de la sublime diferencia entre las variedades que define la escritura nipona, lo bello y lo triste, se acoplan, sin pretenderlo, en un sólido eje que irradia sombra y eternidad. Se vincula tanto a la humanidad de hoy, que podemos encontrar, como en la imprescindible novela de Ogawa, el núcleo y la corteza del devenir del hombre. Y desde un presente inagotable, nos muestra a ritmo de soledad y estética, la exageración y el estoicismo de lo humano.

El embarazo de mi hermana – Yoko Ogawa
Imprescindible     

viernes, 5 de agosto de 2011

Soldados de Salamina

Este libro trata sobre un hombre que no se equivocó nunca. Que no se equivocó en el único momento que era imprescindible no equivocarse. Un hombre acabado que tuvo el coraje y el instinto de la virtud. Un hombre que olía a medicina, a encierro, a desdicha y que no podía dejar de ser un héroe.
En enero de 1939, el ejército republicano español, en fuga hacía la frontera, decide, en un último acto de justicia, fusilar a un connotado grupo de falangistas. Entre ellos Rafael Sánchez Mazas. Fundador de la falange española y sindicado ideólogo y promotor de la sangrienta y aniquiladora guerra civil española, Sánchez Mazas, escapa del fusilamiento, pero en la huida, destrozado, desvanecido, con los ojos que pedían a gritos que su vida no cesara, se encuentra frente a un soldado republicano, que lo atraviesa con balas invisibles que explotan desde su mirada. Lo mira desde una loma, raído y solo y a la pregunta de un compañero cerca de él, responde entre la lluvia: ¡Aquí no hay nadie!
¿Quién es ese soldado que en el último minuto le perdona la vida a un fascista alucinado? ¿Por qué, desde la zona más elevada de la loma y con una sonrisa oscura y sinceramente alegre, aquel joven soldado lo reconoce y al segundo silencio, como si supiera que tomaba un decisión única, no se equivoca y da media vuelta y camina hacía el bosque, dejando a Sánchez Mazas listo para vivir los siguientes cincuenta años de su vida?    
Soldados de Salamina es una de las mejores novelas que se han escrito en lengua castellana y Javier Cercas es considerado un vocero del buen gusto y la genialidad.
Desde hace unos años, luego de mi acercamiento a los jesuitas y a pesar de mi alejamiento posterior, he creído que las buenas cosas del mundo nos transforman cuando el gusto se siente internamente. Cuando uno percibe el movimiento en el alma. Como si estuviéramos hechos de mecanismos y engranes y que estos, después de una consolidada y casi permanente estancia en la zona de confort, empiezan a girar y desarticularse, creando otra forma de vida. Así me sabe el gusto de la transformación y el percutor puede ser algo tan revelador como una hermosa y significativa novela. Una metáfora y un glorioso crédito hacia aquellos que han muerto pero aún viven. Y viven porque extraordinarios escritores como Cercas los colman con respeto, consideración y justicia.
Escrita como una novela testimonio (y es mucho más que eso, es un nuevo estilo, una nueva mirada que nos permite disfrutar la genialidad como si fuera escrita por nosotros) Soldados de Salamina es una honesta postura por el reconocimiento de los héroes de todos los tiempos y de todos los campos de batalla.

Soldados de Salamina – Javier Cercas
Imprescindible