Macabea es una chica tan singular que casi no existe. Su vida es extraordinariamente parecida a la de muchas chicas muy pobres que han cumplido veinte años sin darse cuenta. En Macabea radica la soledad, el vacío, la simpleza y la fealdad. En ella se instala para siempre y sin esperanza la paradoja de la humanidad: vivir para morir. La pobreza la viste y la rellena como si fuera una muñeca. Pero de esas feas con el rostro cubierto de estribaciones y valles, de las que huelen mal porque no se les limpia, a las que no se les mira en el escaparate y si alguien lo hace, de puro azar, recibe esa mirada que no espera nada, descubre apenas una instantánea del desinterés.
Macabea es un ser que ha nacido con la habilidad de no tener ninguna habilidad. La vida rebasa sus pies como si fuera otro peatón que ni la ha visto. Nadie la siente, nadie la extraña, nadie piensa que existe. Un grupo de seudo-científicos la consideraría un fenómeno paranormal menos digno de explorar que un duende que siempre se deja ver.
Ella es un dejavu nostálgico. Vive, lo que podríamos considerar, al margen de la vida y lo hace añorando el futuro. No es tan difícil imaginar a un ser que no tiene pasado, ni futuro y cuyo presente es ignorado hasta por él. Macabea podría ser la gloriosa representante de los ausentes que casi cruzan nuestros caminos. Simboliza aquel estudiante que nadie conocía hasta el día en que decidió a travesar su cráneo con plomo vengativo. O aquel hombre ciego que no descubre que la mayoría de la gente cruza hacía la otra orilla de la pista para no colisionar con el hecho de que debe ayudarlo. O aquella maestra que se sustrae detrás de otras, que tratan de hacer lo mismo, frente a un niño Down que solo quiere ayuda para comer. O aquellos otros que se agrupan en efímeras manadas para hurgar y hurtar la basura de otros, cuando estos ex profesamente duermen para no sentirlos.
Esta es la historia de una chica que descubre su existencia, o el filo tibio de ella, cuando la muerte viene a cobrase su terca ausencia en el mundo, o quitarnos a todos la incomodidad de descubrirla humana y existente.
Clarice Lispector es una genio inexplorada de la literatura. Muchos han querido esconderla debajo de los paradigmas literarios. Como si su creación aun no estuviese lista para nosotros. Como si fuera una artista del futuro y su obra estuviera esperándonos en veinte años o más.
Pero Lispector es subyugante y lo difícil que puede parecernos su obra se disipa cuando sus palabras se conectan con nuestra conciencia. Y entonces, descubrimos que la simpleza de las cosas puede engendrar un mundo alterno y maravilloso. Es como si nos enseñara un nuevo lenguaje. Como si nos mostrara apenas tres piezas fundamentales de un rompecabezas y nosotros armáramos, con nuestra mente alineada, una obra monumental en clave de totalidad.
Leer la Hora de la Estrella o sus doce títulos alternativos es un ejercicio de creación impresionante y sencillo. Es conectarse con un idioma que solo Clarice Lispector ha creado para nosotros.
La hora de la estrella – Clarice LispectorMacabea es un ser que ha nacido con la habilidad de no tener ninguna habilidad. La vida rebasa sus pies como si fuera otro peatón que ni la ha visto. Nadie la siente, nadie la extraña, nadie piensa que existe. Un grupo de seudo-científicos la consideraría un fenómeno paranormal menos digno de explorar que un duende que siempre se deja ver.
Ella es un dejavu nostálgico. Vive, lo que podríamos considerar, al margen de la vida y lo hace añorando el futuro. No es tan difícil imaginar a un ser que no tiene pasado, ni futuro y cuyo presente es ignorado hasta por él. Macabea podría ser la gloriosa representante de los ausentes que casi cruzan nuestros caminos. Simboliza aquel estudiante que nadie conocía hasta el día en que decidió a travesar su cráneo con plomo vengativo. O aquel hombre ciego que no descubre que la mayoría de la gente cruza hacía la otra orilla de la pista para no colisionar con el hecho de que debe ayudarlo. O aquella maestra que se sustrae detrás de otras, que tratan de hacer lo mismo, frente a un niño Down que solo quiere ayuda para comer. O aquellos otros que se agrupan en efímeras manadas para hurgar y hurtar la basura de otros, cuando estos ex profesamente duermen para no sentirlos.
Esta es la historia de una chica que descubre su existencia, o el filo tibio de ella, cuando la muerte viene a cobrase su terca ausencia en el mundo, o quitarnos a todos la incomodidad de descubrirla humana y existente.
Clarice Lispector es una genio inexplorada de la literatura. Muchos han querido esconderla debajo de los paradigmas literarios. Como si su creación aun no estuviese lista para nosotros. Como si fuera una artista del futuro y su obra estuviera esperándonos en veinte años o más.
Pero Lispector es subyugante y lo difícil que puede parecernos su obra se disipa cuando sus palabras se conectan con nuestra conciencia. Y entonces, descubrimos que la simpleza de las cosas puede engendrar un mundo alterno y maravilloso. Es como si nos enseñara un nuevo lenguaje. Como si nos mostrara apenas tres piezas fundamentales de un rompecabezas y nosotros armáramos, con nuestra mente alineada, una obra monumental en clave de totalidad.
Leer la Hora de la Estrella o sus doce títulos alternativos es un ejercicio de creación impresionante y sencillo. Es conectarse con un idioma que solo Clarice Lispector ha creado para nosotros.
Muy recomendable
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