jueves, 7 de junio de 2012

La cúpula


Dale Barbara estaba caminando por la orilla de la carretera, saliendo del pueblo de Chester´s Mills, y de pronto, sin detenerse, ve en la orilla de al frente un castor que ha percibido su presencia y trata de pasar inadvertido. En el momento siguiente que descubre una buena guarida debajo de un tronco desgastado es partido en la mitad por una pared invisible. Al mismo tiempo una avioneta de ejercicio se estrella contra el cielo, un kilómetro más allá dos autos no pueden atravesar una barrera que nadie ve que y que los ha recibo a cien kilómetros por hora sin dejarlos pasar. Al otro extremo del pueblo una mujer ve desaparecer su brazo mientras disfruta el arreglo de su jardín, en realidad no desaparece, simplemente lo ve separarse de su cuerpo como si una cuchilla fantasma hubiera caído sobre él.
Horas después, el pueblo entero, que por ser fin de semana está casi vacío, acepta que una gran barrera invisible los ha separado del mundo. Dale Barbara, cocinero y ex teniente del ejército, regresa al lugar de donde huía. En los días siguientes el pueblo empieza a organizarse para soportar la calamidad. Los concejales toman el control y amplían el personal policial, constituyendo un grupo de represión a partir de jóvenes de dudosa reputación, mientras Dale Barbara obedeciendo a su comando, que lo ha reincorporado al ejercito con el grado de coronel, trata de controlar la situación pero se enfrenta al perverso autoritarismo del segundo concejal, que además de imponer la ley marcial y la censura debe preocuparse de desparecer aquel negocio que lo ha convertido en un ser poderoso y fanático, la producción y comercialización de la mayor calidad y cantidad de anfetaminas producidas en la región.
Stephen King es un escritor eficaz. Sus propósitos, los de entretener y soldar la curiosidad del lector a las páginas de sus libros, a sus tramas sencillas y plásticas, a las vidas de sus personajes que casi no evolucionan, son siempre alcanzados. Si bien no nos extasiamos y sentimos todos nuestros recuerdos familiares, ni evocamos los momentos más intensos, tenues y perfectos de nuestra vida, como si, con los ojos levemente cerrados y los sentidos al borde de una epifanía, nos deleitamos al poner dentro de nuestra boca un trozo de la más exquisita pulpa de pitahaya en un día caliente, o de una porción perfecta de un bife enternecido en vino tinto en una noche de celebración o aquella delicia marina cocida en limón que solo refresca el cuerpo cuando te sientes denso. King nunca logrará eso, como si lo hará Kawabata, Kundera, Munro, Oz, Coetzee y otros, pero al terminar La cúpula, Eso o La danza de la muerte (Apocalipsis), te sentirás aligerado, glotón y arrepentido, pero, por un instante que parece eterno, satisfecho, como si te hubieras comido un buen día de semana una hamburguesa doble con queso y papas extra grandes.    
Si bien La cúpula no alcanza libros de mayor madurez como La historia de Lisey, que la considero su obra de mayor profundidad y de mayor deleite literario, es una novela generosa, vertiginosa y caudalosa. El trato que da al aspecto medioambiental es una de sus mayores cualidades. Proyecta un futuro patente, nos lo acerca notablemente y nos angustia con las consecuencias. El discurso político y social que aborda la trama principal no es novedoso, pero si creativamente incisivo. Mil doscientas páginas podrían ahuyentar al lector común, en realidad a cualquier persona, pero King hace uso de una de sus mayores cualidades: aquella narrativa explosiva, adictiva y trepidante que permite, mientras uno se divierte, terminar esta opulenta novela en mucho menos de lo que uno imagina.

La cúpula – Stephen King


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