sábado, 23 de junio de 2012

La luz difícil


David decide salir de Bogotá para probar suerte en un lugar en donde sus obras pudieran tener acogida. Había sufrido pobreza y desinterés en su ciudad y esperaba que Miami fuera diferente. Se lleva a Sara, su esposa, y a sus tres hijos, Jacobo, Pablo y Arturo. Viven en Miami tres años y las ventas de sus cuadros mejora muchísimo. Lo suyo es la luz, en realidad, el descubrimiento de la luz en las oquedades, en las superficies, en las fisuras, en los espacios vastos, sobre los fósiles, sobre el polvo, sobre la inocencia, el movimiento y la sorpresa.
Se encima sobre ella y usando pinceladas de lejos y de cerca la rescata del óleo, que a veces está dispuesta y rendida a él, y otras, es esquiva y difícil de encontrar. Luego de llenarse la vista de los Cayos y las ensenadas de la nueva ciudad decide encontrar la abundancia en Nueva York y en el momento en que el mundo se abre a él, Jacobo, su hijo mayor, sufre un accidente terrible que lo postra en el dolor más indigno y en el sufrimiento más joven.
Desde su futuro septuagenario en una finca de La Mesa a sesenta kilómetros de Bogotá, David, luego de dejar de pintar para siempre, escribe, ayudado con una enorme lupa que desafía su pronta ceguera, sobre los últimos días de Jacobo. Sara lo ha dejado hacía dos años y la única forma de que ella se dejaba ver era cuando le llevaba flores a su tumba. Así, que solo y con las ocasionales visitas de sus dos hijos una vez por año, los recuerdos se agolpan en su vida como aquella luz intensa, abrumadora y difícil de señalar.
Recuerda el último día en la vida de su hijo, el viaje que hizo con Pablo, el único que lo acompaño, al encuentro de un médico misericordioso con el que había pactado su muerte. Mientras sus dos hijos viajaban hacía el descanso de la muerte del mayor, él y Sara, en su casa, al lado del cementerio,  esperaban sin soñar la noticia del fin. Mientras pasaban las horas él se sentaba frente a su último lienzo, no podía ver aquella la luz que se escapaba de la espuma que creaba un ferri frente a las costas de la ciudad. Así se dispersaba la luz que albergaba el cuerpo doliente de su hijo mayor.
Tomás González
Tomás González es un escritor colombiano de una destreza narrativa prodigiosa. Su prosa genera imágenes extraordinarias que nos hacen olvidar las palabras y nos aloja con mucha calidez y potencia en una historia emotiva, lucida y gráfica. Se dice de González que es una de las plumas mejor guardadas de la Colombia postmoderna y La luz difícil lo demuestra decisivamente.
La luz difícil es una descarga al espíritu, es una detonación brutal que se transforma en una contemplación soberbia sobre la vida. Al terminar de leerla uno siente equilibrio y quietud. Se percibe mientras se lee la genialidad que nos lleva al más profundo discernimiento del dolor y de la belleza. Nos quedamos detenidos e impresionados cuando nos invade la calidez del vuelo de los azulejos que juegan con la luz entre los frondosos arboles del cementerio o el movimiento de mariposas que hacen los murciélagos en el corredor de la finca al atardecer.   
Muy pocas novelas han penetrado con tanta intensidad en la hondura del dolor, como un haz luminoso y filoso sobre la fragilidad y la belleza humana.

La luz difícil – Tomás González


Muy recomendable   

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