domingo, 27 de febrero de 2011

Sostiene Pereira

El señor Pereira es un periodista que después de treinta años de dedicarse a la crónica en el más popular periódico de Portugal decide cambiar de gustos y empieza un trabajo como director de la redacción cultural de un nuevo periódico, el Lisboa. Pereira es un hombre viejo, triste, obeso, con problemas cardiacos y viudo. Es un caballero afable pero distante y solitario si se empeña, y siempre lo hace. Desde la partida de su esposa esta obsesionado con la muerte, pero no cree en la resurrección de la carne a pesar de ser un católico confeso. Habla con el retrato de su mujer cada vez que regresa del trabajo, ella siempre con una sonrisa lejana lo contempla y lo escucha.
Un día Pereira, buscando a un ayudante que le escriba las necrológicas de escritores famosos que aún no han muerto, encuentra a Monteiro Rossi, un huérfano, de padres italianos, que por un plato de comida está dispuesto a hablar de aquello que tanto repudia, la muerte.
Así la vida de Pereira empieza a perturbarse. El contacto con el joven periodista lo lleva a replantear su vida, a dejar el pasado enterrado en Coímbra y empezar a leer el presente con ojos de justicia. Una justicia contra la dictadura, contra el abuso, contra la sujeción. Un ser que vivía empequeñecido dentro de él empieza a brotar a partir de su arrepentimiento. Su vida, sostiene Pereira, ha sido feliz pero los tiempos de 1938 lo enfrentan a una resolución inesperada.
Tabucchi es un escritor memorable y atemporal. Nos muestra las incertidumbres del pequeño hombre con una nobleza singular. Con una correcta manera de percibir el mundo, como si aquello que debiera ser la proclama de cualquier ser humano fuera un seño distinguible en todas partes. Rescata al pequeño hombre porque debe ser rescatado. Nos asume como autores de una declaración justa. Nos involucra dentro de decisiones que tienen origen en la profundidad de la persona sencilla. De aquella que es capaz de hacer cosas muy grandes y gloriosas.
Uno no puede creer que Pereira sea una exclusiva creación de Antonio Tabucchi. Uno, a pesar de lo que diga nuestro psicoanalista, cree en su existencia. El lector confía que las últimas palabras de Tabucchi son rescatadas de la realidad con la finalidad de implantarnos en nuestro querer la existencia de un periodista heroico que durmiendo, comiendo y respirando como un ser humano común se atrevió a poner al borde del vacío, a una dictadura real, inefable y equívoca.

Sostiene Pereira – Antonio Tabucchi




Imprescindible

martes, 22 de febrero de 2011

Los detectives salvajes

Ulises Lima y Arturo Belano son poetas que para encontrar el origen del real visceralismo deciden resucitarlo. Sin pretenderlo aglomeran un tinglado de jóvenes creativos en torno a un pensamiento esquivo. Muchos de ellos se señalan como visceralistas pero no saben definirse, como si pertenecieran a una sopa de letras que no saben leer. Sus poemas son órganos necrosados, infectos, que dejan madurar hasta su descomposición. Se enfrentan a los puros, a los poetas campesinos, a los de siempre y sus sobones, es decir, a cualquier literatura que tenga como centro México o Latinoamérica. Se drogan, se emborrachan, comen mal, duermen poco, se acuesta entre ellos sin distingo, sufren con llantos silenciosos porque saben quiénes son y que no les queda nada. Cualquiera diría que los real visceralistas no se alejan mucho del grupo de jóvenes común, pero se empeñan en distinguirse y la gente que los rodea también se empeña en convertirlos en fantasmas, poetas inexistentes.
La vida ligera, entre nubes de marihuana y pestilencias versales, se agota en el momento que sus líderes, Ulises Lima y Arturo Belano, deciden ir aún más allá, e inician la búsqueda de Cesárea Tinajero. Ilustre poetisa, fundadora del real visceralismo, allá por los años veinte del siglo pasado. Así como les está pasando a ellos, el olvido ha enterrado a los antiguos visceralistas y de Cesárea no ha quedado casi nada. Apenas un poema sin palabras y un rumbo invisible hacia el desierto.
Mientras Lima y Belano emprenden una búsqueda de veinte años los visceralistas se extinguen, como los primeros.
Roberto Bolaño escribe una de las mejores novelas en castellano de los últimos veinticinco años. Los personajes con voces propias, muy bien logradas, nos cuentan a modo de entrevista o como si estuviéramos tomándonos un café juntos, los fugaces momentos en que sus vidas tropezaron con las de Lima y Belano. Nos internamos en los pensamientos de los detectives salvajes a partir de las historias de otros, como un eje en común que los alineó en torno de aquel peregrino huracán que fue la búsqueda de los poetas.
Bolaño nos narra con naturalidad la vida de los alienados, de los comunes, de los marginales, de los que tienen sueños y los arrojan al vacio décadas antes de morir. Nos habla de los sin piso alfombrado, de los sin techo aislante, de los sin esperanza o de aquellos que solo tienen una y no se atreven a jugársela a los dados. Nos habla de México como mexicano deseando no serlo, de Argentina desde la exuberancia del bonaerense que todo cree poder arreglar y nada arregla, de Chile como chileno luchador y decepcionado, de Perú desde la hospitalidad familiar hasta el oportunismo carroñero.
Los detectives salvajes es una novela singular que hace uso de múltiples grados de pericia para hacernos sentir el tránsito de la aventura y la serenidad de la contemplación. Nos convierte en seres voraces, ya no solo lectores insaciables, que se llenan el alma de sensaciones y glorias que no saben a nada pero que generan placer.

Los detectives salvajes – Roberto Bolaño

Imprescindible