El señor Pereira es un periodista que después de treinta años de dedicarse a la crónica en el más popular periódico de Portugal decide cambiar de gustos y empieza un trabajo como director de la redacción cultural de un nuevo periódico, el Lisboa. Pereira es un hombre viejo, triste, obeso, con problemas cardiacos y viudo. Es un caballero afable pero distante y solitario si se empeña, y siempre lo hace. Desde la partida de su esposa esta obsesionado con la muerte, pero no cree en la resurrección de la carne a pesar de ser un católico confeso. Habla con el retrato de su mujer cada vez que regresa del trabajo, ella siempre con una sonrisa lejana lo contempla y lo escucha.
Un día Pereira, buscando a un ayudante que le escriba las necrológicas de escritores famosos que aún no han muerto, encuentra a Monteiro Rossi, un huérfano, de padres italianos, que por un plato de comida está dispuesto a hablar de aquello que tanto repudia, la muerte.
Así la vida de Pereira empieza a perturbarse. El contacto con el joven periodista lo lleva a replantear su vida, a dejar el pasado enterrado en Coímbra y empezar a leer el presente con ojos de justicia. Una justicia contra la dictadura, contra el abuso, contra la sujeción. Un ser que vivía empequeñecido dentro de él empieza a brotar a partir de su arrepentimiento. Su vida, sostiene Pereira, ha sido feliz pero los tiempos de 1938 lo enfrentan a una resolución inesperada.
Tabucchi es un escritor memorable y atemporal. Nos muestra las incertidumbres del pequeño hombre con una nobleza singular. Con una correcta manera de percibir el mundo, como si aquello que debiera ser la proclama de cualquier ser humano fuera un seño distinguible en todas partes. Rescata al pequeño hombre porque debe ser rescatado. Nos asume como autores de una declaración justa. Nos involucra dentro de decisiones que tienen origen en la profundidad de la persona sencilla. De aquella que es capaz de hacer cosas muy grandes y gloriosas.
Uno no puede creer que Pereira sea una exclusiva creación de Antonio Tabucchi. Uno, a pesar de lo que diga nuestro psicoanalista, cree en su existencia. El lector confía que las últimas palabras de Tabucchi son rescatadas de la realidad con la finalidad de implantarnos en nuestro querer la existencia de un periodista heroico que durmiendo, comiendo y respirando como un ser humano común se atrevió a poner al borde del vacío, a una dictadura real, inefable y equívoca.
Sostiene Pereira – Antonio Tabucchi
Un día Pereira, buscando a un ayudante que le escriba las necrológicas de escritores famosos que aún no han muerto, encuentra a Monteiro Rossi, un huérfano, de padres italianos, que por un plato de comida está dispuesto a hablar de aquello que tanto repudia, la muerte.
Así la vida de Pereira empieza a perturbarse. El contacto con el joven periodista lo lleva a replantear su vida, a dejar el pasado enterrado en Coímbra y empezar a leer el presente con ojos de justicia. Una justicia contra la dictadura, contra el abuso, contra la sujeción. Un ser que vivía empequeñecido dentro de él empieza a brotar a partir de su arrepentimiento. Su vida, sostiene Pereira, ha sido feliz pero los tiempos de 1938 lo enfrentan a una resolución inesperada.
Tabucchi es un escritor memorable y atemporal. Nos muestra las incertidumbres del pequeño hombre con una nobleza singular. Con una correcta manera de percibir el mundo, como si aquello que debiera ser la proclama de cualquier ser humano fuera un seño distinguible en todas partes. Rescata al pequeño hombre porque debe ser rescatado. Nos asume como autores de una declaración justa. Nos involucra dentro de decisiones que tienen origen en la profundidad de la persona sencilla. De aquella que es capaz de hacer cosas muy grandes y gloriosas.
Uno no puede creer que Pereira sea una exclusiva creación de Antonio Tabucchi. Uno, a pesar de lo que diga nuestro psicoanalista, cree en su existencia. El lector confía que las últimas palabras de Tabucchi son rescatadas de la realidad con la finalidad de implantarnos en nuestro querer la existencia de un periodista heroico que durmiendo, comiendo y respirando como un ser humano común se atrevió a poner al borde del vacío, a una dictadura real, inefable y equívoca.
Sostiene Pereira – Antonio Tabucchi
Imprescindible