Saleem Sinai nació con un pepino por nariz, las sienes abultadas como si pretendieran evadirse y un mapa en la cara que describía un continente constantemente escindido. Llegó a este mundo con un dedo que huyó de la ruina fisonómica y nueve que no, con dos piernas cortas que siempre estuvieron dispuestas a acercarlo al lodo y con un torso largo que le permitió dormir entre las nubes. Un par de ojos azul británico impregnados de nostalgia y secreto velaron una sombra congelada oriunda de cachemira y una sinusitis colosal abrió un camino directo a su cerebro y le permitió una comunicación directa con la historia. Pero además, Saleem Sinai nació un día especial y a una hora mágica. Congregándose el suyo con 1001 nacimientos más.
El 15 de agosto de 1947 a la medianoche nacen los 1002 protagonistas de este relato. Los hijos de la medianoche. Y nacen con historias y virtudes muy especiales. Personajes que pueden comunicarse de manera telepática, o mover objetos, o aparecer y desaparecer. Nacen niños que vuelan, o que levitan, otros de adultos son magos y brujas auténticos. Nace el niño-guerra con rodillas estranguladoras y una niña que es tan bella que tienen que marcar su rostro con nueve navajazos para evitar que su luz hechice y envié a los hombres al suicidio descorazonado. Nacen, algunos, con dos cabezas y con tres corazones. Nacen otros que viajan por superficies de espejo y otro que hacia atrás y hacia adelante se divierte como testigo del tiempo. Pero nace también uno que se convierte en nación. Aquel día, en aquella mágica hora nace, también, la India.
Salman Rushdie relata en su libro una alegoría deslumbrante. Nos narra la historia del nacimiento de una nación, la India, a través de la mirada telepática y el olfato extraterreno de Saleem Sinai. Nos hace testigos del nacimiento, de la niñez, de la adolescencia y de la adultez de un continente.
Salman Rushdie es su sueño y su sueño es una obra generosa, un paradigma literario, un drama poseído por cientos de lenguas, miles de religiones y millones de seres que evolucionan mientras se vuelven adultos.
La grandiosidad de esta obra se fundamenta en la prolijidad de la palabra y la claridad de la historia. La mente de Rushdie es un lugar privilegiado donde radica la glosa, donde las ideas se conocen, donde la metáfora crea la realidad.
Durante un poco más de dos semanas estuve lejano del mundo que me conoce. Mis amigos, mi familia no entendía que podía estar pasando. La ausencia, a pesar del cuerpo, empezaba a definir mi existencia hasta que llegue a las palabras finales de esta novela. Entonces, dejando un mundo real maravilloso, donde la historia se sentaba sobre un banco de piedra para escuchar a Saleem Sinai contar el nacimiento de los hijos de la medianoche; donde el tiempo se detenía durante treinta años para dejarnos observar con la paciencia del ancestro la vida de una nación muy peculiar; donde los sueños de los personajes pugnaban, como en un concierto de música, por estar en primera fila y extasiarse en la creación de Rushdie. Entonces retorne a mi realidad. Y la nostalgia por aquel mundo único, que en realidad existe dentro del cosmos de los sueños, empezó a extenderse como una sabana con un hoyo central que me deja vislumbrar solo un fragmento de lo esconde. Aquella mágica realidad que dio origen a una nación impresionante.
Los hijos de la medianoche debe leerse tomando en cuenta que una nueva metáfora reestructurara nuestra realidad y esta no dejara de percibirse a cada instante.
Los hijos de la medianoche - Salman Rushdie
El 15 de agosto de 1947 a la medianoche nacen los 1002 protagonistas de este relato. Los hijos de la medianoche. Y nacen con historias y virtudes muy especiales. Personajes que pueden comunicarse de manera telepática, o mover objetos, o aparecer y desaparecer. Nacen niños que vuelan, o que levitan, otros de adultos son magos y brujas auténticos. Nace el niño-guerra con rodillas estranguladoras y una niña que es tan bella que tienen que marcar su rostro con nueve navajazos para evitar que su luz hechice y envié a los hombres al suicidio descorazonado. Nacen, algunos, con dos cabezas y con tres corazones. Nacen otros que viajan por superficies de espejo y otro que hacia atrás y hacia adelante se divierte como testigo del tiempo. Pero nace también uno que se convierte en nación. Aquel día, en aquella mágica hora nace, también, la India.
Salman Rushdie relata en su libro una alegoría deslumbrante. Nos narra la historia del nacimiento de una nación, la India, a través de la mirada telepática y el olfato extraterreno de Saleem Sinai. Nos hace testigos del nacimiento, de la niñez, de la adolescencia y de la adultez de un continente.
Salman Rushdie es su sueño y su sueño es una obra generosa, un paradigma literario, un drama poseído por cientos de lenguas, miles de religiones y millones de seres que evolucionan mientras se vuelven adultos.
La grandiosidad de esta obra se fundamenta en la prolijidad de la palabra y la claridad de la historia. La mente de Rushdie es un lugar privilegiado donde radica la glosa, donde las ideas se conocen, donde la metáfora crea la realidad.
Durante un poco más de dos semanas estuve lejano del mundo que me conoce. Mis amigos, mi familia no entendía que podía estar pasando. La ausencia, a pesar del cuerpo, empezaba a definir mi existencia hasta que llegue a las palabras finales de esta novela. Entonces, dejando un mundo real maravilloso, donde la historia se sentaba sobre un banco de piedra para escuchar a Saleem Sinai contar el nacimiento de los hijos de la medianoche; donde el tiempo se detenía durante treinta años para dejarnos observar con la paciencia del ancestro la vida de una nación muy peculiar; donde los sueños de los personajes pugnaban, como en un concierto de música, por estar en primera fila y extasiarse en la creación de Rushdie. Entonces retorne a mi realidad. Y la nostalgia por aquel mundo único, que en realidad existe dentro del cosmos de los sueños, empezó a extenderse como una sabana con un hoyo central que me deja vislumbrar solo un fragmento de lo esconde. Aquella mágica realidad que dio origen a una nación impresionante.
Los hijos de la medianoche debe leerse tomando en cuenta que una nueva metáfora reestructurara nuestra realidad y esta no dejara de percibirse a cada instante.
Los hijos de la medianoche - Salman Rushdie
Imprescindible