Aomame es una joven mujer, esbelta y deportista. Trabaja en un gimnasio y enseña a otras mujeres a defenderse de los hombres. Es seria y no comparte su mundo con nadie. Cuando, por alguna razón extraordinaria, frunce el ceño, su rostro liviano y grácil adquiere una forma intimidante, como aquellas mascaras que deben colocarse en la espalda de la cabeza para ahuyentar a los depredadores. Además tiene dos habilidades extraordinarias. La primera: un conocimiento del cuerpo humano tan sofisticado y completo que parece entenderse a la perfección con los músculos, las articulaciones y la gran variedad de formas y movimientos que adoptan o generan. Al que la conoce no le queda más que reconocer que se trata de una mujer excepcional, rara y solitaria. La segunda cualidad la conocen unos muy pocos y es la aplicación de aquel conocimiento comentado anteriormente al servicio del sentir en algún lugar que solo ella conoce, juste debajo de la zona donde el cabello ya no crece, donde la cabeza deja de llamarse como se llama para adoptar el nombre de nuca, de una porción que late y se muestra a sus sentidos y donde con una precisión y arte que ningún ser humano podría realizar inserta, con una golpe seco y lineal, un picahielos muy fino que hunde hasta llevar a la muerte a la presa exigida y que se trata, porque no puede ser de otra forma, de un hombre despreciable que en su vida solo ha dañado hasta la tortura más infame a mujeres desamparadas. Esta segunda habilidad convierte a Aomame en una asesina perfecta y fría. Una máquina de justicia femenina.
Tengo es un gigante afable. Sus proporciones lo distinguen en la masa que lo rodea. Tiene una mirada que conecta solo que él y en algunas ocasiones, cuando hace que sus alumnos de la academia gusten de las matemáticas como si fueran devotos, sus ojos se llenan de una pasión que toma prestada al tiempo. Tengo siempre ha sido un muchacho honesto y siempre se ha sentido marginal al mundo que habita. La matemática no solo escapa de su mente cuando la enseña, también, a veces, las deja libre, para que le explique la realidad que vive. Pero hay en su vida algo que la supera, la escritura. Tengo escribe novelas y desea convertirse en un leído escritor, seguramente de aquellos que no ofrecen entrevistas y de los cuales casi no se sabe nada. De aquellos que inventan misterios para poder vivir sus ficciones. Pero más allá de las matemáticas y de la escritura y también de la música y el judo, porque Tengo es un genio, un genio solitario, tiene una cualidad que pocos tienen, la capacidad de crear realidades literarias que quizás cobren sustancia y se materialicen, si somos de aquellos que creemos que alguien lo puede hacer.
Aomame y Tengo han nacido para encontrarse y quizás en esta vida, en este tiempo o en este universo determinado lo hagan. Pero si están destinados a hallarse todo debe empezar en algún momento y aquel momento debe estar acompañado por música. Así, mientras Aomame percibe un cambio en la realidad muy sutil e inexplicable, como si hubiera ingresado en otro mundo. Un mundo casi idéntico al de siempre pero con pequeñas y, por el momento, insignificantes distinciones, Tengo descubre la Crisálida del Aire, a las Moder y sus Doter y a la Little People. Todo un inicio rodeado por un ruido de fondo: la Sinfoneta de Janacek.
Haruki Murakami es un escritor japonés extraordinario. Su obra se irradia por el mundo adoptando nuevos idiomas y códigos, generando adeptos exclusivos. Como si una suave y leve onda sísmica barriera todo el planeta y nos permitiera sintonizarnos con una vibración distinta. Sus mundos y realidades se proyectan fuera de la ficción y nos magnetizan, nos atraen hacia su interior y nos convierten en actores de reparto perennes, de aquellos fieles a una sola obra, de aquellos que solo desean interpretar un solo papel.
1Q84 es una novela brillante y completa, en donde los mundos pierden aquellos elementos que los definen y adquieren cualidades deslumbrantes y perturbadoras. La ficción es tan persuasiva que hasta los elementos más alienados cobran tal protagonismo que se hacen dueños de aquella realidad y de nuestras mentes.
Para aquel fiel lector de este escritor, fiel y secuaz, Murakami no ha escrito todavía su obra maestra. Esta novela se acerca mucho en perfección a Crónicas del pájaro que da cuerda al mundo o Kafka en la orilla. Es difícil decir si las supera, pero en tanto las contemplamos, digamos que es de similar factura.
También podemos darle a esta novela la categoría de metáfora. Una gran metáfora que nos habla de los seres solitarios que encuentran su lugar y su tiempo en el mundo; del amor imposible materializado, obstruido no por el tiempo y el espacio, sino separado por universos y realidades disociadas. Una gran fábula sobre la percepción del mundo. No la regida por los estándares y la normalidad, sino aquella más honesta, que linda con la locura y la fascinación.
1Q84 - Haruki Murakami
Imprescindible