Foster Wallace es un experimentador. Uno de esos locos suicidas que terminan descubriendo que la verdad se encuentra detrás del sueño, entre los circuitos de una mente que le permite escribir como si pintara o debajo de los hongos que nacen calvos sobre su jardín. Sus palabras le permiten descubrir al lector la belleza entre los fantasmas que se vitalizan como lluvia de estática en la pantalla de un televisor después de las doce y desde esos valles grises nos lanza a la cacería de una historia que puede ser tan irracional como la trama, la velocidad y el color con que la cuenta. En esta colección de relatos, Foster Wallace, nos impresiona como si fuera el último día que escribe. Entrevistas con respuestas de hombres repulsivos cuyas preguntas las hacemos nosotros, los lectores. Cuentos con historias que se siembran entre las porosidades de una realidad que, solo a veces, son tan incomprensibles como nosotros. Lienzos que nos arrastran hacías sus casas de doble tejado con ventanas abiertas desde las cuales observamos el recibidor donde instantes antes estábamos parados. Leer estos relatos nos aproximan a la locura de un suicida que un buen día decidió que había escrito suficiente para esta vida.
lunes, 31 de mayo de 2010
lunes, 17 de mayo de 2010
El fin del mundo al final de la mente
Murakami nunca me ha decepcionado. La creatividad fluye desde un caño de agua de distintas densidades. Convierte lo cotidiano en un encuentro breve con una historia de un mundo alterno. Caminas por una calle que conoces desde niño con los mismos arboles y la misma vereda, hasta las mismas personas pero justo antes de voltear la esquina presientes que en esta oportunidad el camino te mostrará algo que nunca has visto pero que te parece muy familiar y así ocurre, viras y tus sentidos empiezan a enviarte información, que en un principio consideras errónea pero luego te detienes a pensar si alguna vez dejaste de oler por los ojos y mirar por los oídos. Este es el mundo que Murakami nos muestra en el libro. Compras un pasaje que te ubica en el asiento trasero de un automóvil que te lleva más allá de lo imaginable y sin embargo aún percibes, solapada, la realidad que te hace sostener el libro y no te permite dejar de pasar las páginas. Un ingreso desde un país de maravillas a un mundo escondido en tu conciencia que te muestra solo un final despiadado.
jueves, 6 de mayo de 2010
La mujer de arena
Kobo Abe construye un mundo de arena que se adueña, invasor, del interior del lector. Va completando, hasta rebalsarse, cada oquedad que te constituye. Como un huracán de arena que conquista desde el mar tierra firme, así subyuga cada borde y núcleo de tus emociones. Esta es una invitación a explorar una historia que desde el comienzo te succiona y luego te arroja a un pozo del cual ni el final te permitirá salir. Desde el fondo del hoyo uno no puede dejar de ver los rostros que lo deshumanizan. Pero en tu cautiverio no estás solo. Hay una mujer adornando los barrotes y asegurando el cepo. Todo te atrapa y te asfixia pero en un descuido, este mundo, deja una insignificante grieta a través de la cual te permite ver una empañada libertad. Entonces te preguntas: ¿Vale la pena escapar?
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