Foster Wallace es un experimentador. Uno de esos locos suicidas que terminan descubriendo que la verdad se encuentra detrás del sueño, entre los circuitos de una mente que le permite escribir como si pintara o debajo de los hongos que nacen calvos sobre su jardín. Sus palabras le permiten descubrir al lector la belleza entre los fantasmas que se vitalizan como lluvia de estática en la pantalla de un televisor después de las doce y desde esos valles grises nos lanza a la cacería de una historia que puede ser tan irracional como la trama, la velocidad y el color con que la cuenta. En esta colección de relatos, Foster Wallace, nos impresiona como si fuera el último día que escribe. Entrevistas con respuestas de hombres repulsivos cuyas preguntas las hacemos nosotros, los lectores. Cuentos con historias que se siembran entre las porosidades de una realidad que, solo a veces, son tan incomprensibles como nosotros. Lienzos que nos arrastran hacías sus casas de doble tejado con ventanas abiertas desde las cuales observamos el recibidor donde instantes antes estábamos parados. Leer estos relatos nos aproximan a la locura de un suicida que un buen día decidió que había escrito suficiente para esta vida.
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