Escuche en una tertulia de enajenados que para leer a Vila-Matas necesitabas vocación. Aquella vocación que encuentras solo en aquellos que están dispuestos a sacrificar horas de su vida por perseguir aquel principio que desde el subsuelo les ordena acabar el libro aunque les cueste la vista. Los tertulianos habían dejado que el alcohol y la nicotina se apoderara de su razón o eran de aquellos zombis nada shandys que pretenden descubrir en la literatura la mejor obra, utilizando un microscopio dirigido al cielo o un telescopio orientado hacia una placa petri. La obra de Vila-Matas es extraordinaria. De una sencillez y originalidad que lastiman el sentido. Nos interna en ciudades con calles sobre las cuales la sombra de la ficción protege el crecimiento de la realidad, de la cual a su vez se nutre. Por instantes te pierdes entre la fantasía y crees que los insumos que utiliza han sido extraídos de su mente pero luego tentado por la cohesión de su historia te dedicas a investigar en bibliotecas o sitios web y los descubres. Descubres a todos los shandys creadores de esta literatura portátil. Después no te queda, si eres escritor, proponerte no sobrepasar nunca los márgenes y los números de páginas convenidos para que tu obra tenga una medida portátil y si eres lector, inicias una aventura que te llevara a conocer a los 27 miembros originales de esta compañía a la que deseas pertenecer asesinando todo.
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