El señor C, como le dice Anya, es un viejo escritor errante que se marchita en el segundo piso de unas torres que superan los 25. Se le ha encargado junto a otros grandes escritores una serie de opiniones sobre temas diversos, aquellos que susciten en él más interés o de los que tenga algo que decir. La creación colectiva de un libro que quizás lo rescate también a él. Anya es una hermosa mujer que vive junto con su novio, Alan, muchos metros más arriba, casi en la cima de la torre. Un día, la suerte y la oportunidad permiten al señor C conocer a Anya y mientras su mente se abruma de un deseo nuevo por la joven de buenos rasgos filipinos, concibe frente a la noticia de que la dama está desempleada, ofrecerle el puesto de mecanógrafa, o más bien de traductora de sus temas fuertes que registra con voz gastada en una grabadora portátil.
Temas fuertes. Así parece denominar Anya a los mini ensayos aburridos del viejo escritor. Los comparte con Alan y este siempre tiene argumentos presuntuosos con respecto a lo escrito por el señor C. Anya no cree que sean productos de una inteligencia obsoleta, de una mente detenida en el áfrica del sur y en otra edad. Los temas fuertes del señor C no son, como repite Alan, entelequias sabias venidas a menos. Para Anya, los mini ensayos del señor C, son solo aburridos porque no vienen de su profundidad, de aquella hondura de donde él rescata sus novelas y relatos.
Así transcurre la novela, por encima, como si fuera una simple historia en un simple edificio en donde se originan simples encuentros y desencuentros entre personas. Pero la brillante construcción de la página que realiza Coetzee logra un efecto de profundidad e intriga que instruye al lector, que permite que evolucione mientras se relata la historia.
Coetzee segmenta cada página de esta novela en tres elementos, cada uno como un rompecabezas que una vez armado brinda la pista para el siguiente. Sus opiniones fuertes que encabezan cada página nos permiten comparar el origen del estado con creaciones fílmicas de primer nivel, o echar un vistazo a la profundidad del alma de un pedófilo, o conflictuarnos con la heroicidad de los héroes. Nos abruma la ponderación del anarquismo y la levedad de la democracia. Así como la tenacidad del terrorismo y la crueldad de la justicia. Las contradicciones del sacrificio individual frente al cual una nación, proclive al genocidio de otras, se paraliza y pierde la carrera del siglo en la conquista del espacio.
Y mientras estas opiniones fuertes se aglomeran y nos hastían, vemos como el segundo elemento de la página, la historia que nos relata el señor C sobre su encuentro y sus fantasías por Anya, empiezan a originar una notable variación en sus opiniones y por concejo de la mecanógrafa filipina empiezan a nacer sus opiniones suaves, aquellas que Anya demanda y que el señor C empieza a rescatar de su imaginación.
El tercer elemento de la página termina por completar la historia y proviene de la mente de Anya, que nos habla del señor C y de aquel especial encuentro que termina convirtiéndose en un amor extraño y feliz. Y que, finalmente, nos habla de la soledad y la madurez.
Diario de un mal año es una novela importante dentro de la obra creadora de Coetzee. Nos demuestra que este extraordinario escritor, luego de recibir el premio Nobel y lejos de la mayoría de escritores que lo han recibido, produce obras aún de mayor jerarquía y maduras que las de antaño. Si bien no deleita y sobrecoge como Desgracia o Vida y época de Michael K, esta novela instruye y transporta desde la sencillez de la belleza hasta la amplitud de la soledad.
Diario de un mal año – J.M. Coetzee
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