Para las clasificatorias del mundial
de futbol de México 1970, El Salvador y Honduras jugaron dos partidos, cada uno
en sus respectivas canchas, que originó la guerra del futbol. El maltrato
absurdamente feroz contra ambas selecciones cuando visitaron el país contrario
se destacó por las conductas exacerbadas de los hinchas azuzados por los medios
y por los gobiernos respectivos. Las escaramuzas que duraron cien horas produjeron
seis mil muertos y veinte mil heridos, además de cincuenta mil personas que
perdieron sus casas y sus tierras y decenas de aldeas devastadas.
Ryszard Kapuscinski y otros
veinte periodistas, corresponsales de sus respectivos medios, se pusieron en
marcha hacia los límites de ambos países. Algunos desertaron mientras iban acercándose
y los últimos fueron emboscados y se dispersaron a su suerte. En aquel momento,
perdido en aquella selva de la América Central, Kapuscinski tuvo la suerte de encontrarse con
un soldado hondureño que lo acompaño hasta Tegucigalpa. Antes de empezar el
trayecto de regreso, el soldado se escabulló entre las ruinas de una pequeña batalla
para hacerse con un tesoro inusual y recién descubierto: los zapatos de los
soldados muertos. Su cuerpo no podía perder la oportunidad de llenar de zapatos
a su pequeña aldea cuando acabase la guerra.
Todo acabó unas horas después por
la intervención de algunos países latinoamericanos y la presión internacional. Ambos
gobiernos se sintieron ganadores, aunque no cambiaron en nada los límites de su
territorio, pero debido a que ocuparon por unas horas el interés del mundo disfrutaron
del éxito sin importarles que para hacerlo hubiera que derramar un poco de
sangre y barrer a fuego algunos pueblos.
Ryszard Kapuscinski |
Ryszard Kapuscinski fue un
escritor, periodista y cronista polaco de connotada influencia, con una
habilidad extraordinaria de llevar la crónica y el ensayo a niveles sobresalientes
y seductores. Tiene esa pericia inusual de transportar una lente invisible
sobre lo narrado resaltando desde la sencillez la verdad de la crónica y dibujando
maravillosamente los bajos y altorrelieves de la realidad que cuenta. Veraz, minucioso,
expresivo y preocupado por los sectores más despreciados, y vigorosamente independiente
frente a la presiones de toda traza, que han tratado de adulterar su mensaje.
La guerra del fútbol fue una
guerra de desplazados y de territorio, como la mayoría. Un país pequeño como El
Salvador con una densidad poblacional descomunal, amontona, durante los años
anteriores, casi medio millar de campesinos en los bosques de Honduras.
Inicialmente Honduras los acepta pero cuando los hondureños desean territorio y
evidentemente el Trust internacional, que tiene secuestrado casi todo el país,
no va a ceder ningún acre, entonces empiezan a expulsar aquellos campesinos
expatriados que ya nadie quiere ni necesita.
En La guerra del fútbol, Kapuscinski describe como el futbol ayudó a
enardecer los ánimos patrioteros de los hondureños y salvadoreños y así
fortalecer el poder de las oligarquías. Describe la guerra desde lejos y desde
cerca. Como la guerra vista a distancia es solo un espectáculo y desde cerca un
infierno. De cerca todo se confunde. Hasta los bandos. Y en aquellas
circunstancias en donde no se sabe si el herido es nuestro o de ellos, lo más
cierto es decir que el moribundo es de su madre.
La guerra del futbol nos habla
del hombre bueno que se convierte en el soldado malo, el enfurecido, el
alterado. Aquel soldado que no ve más allá de la punta de su nariz, el que tiene
los ojos cubiertos de barro y sudor, el que dispara a ciegas, con la conciencia
enterrada unos pasos atrás. Nos muestra al hombre que se ha convertido en un
topo. Un topo aterrado y ausente de palabras. Un muerto viviente hambriento y
sin sueño que lucha por su país sin saber porque y recibe órdenes que no sabe a
dónde lo llevaran. Un ser que no tienen la menor idea de que pasara dentro de
una hora. La guerra lo lleva a una situación en donde convive permanentemente
con la muerte y si sale vivo y, mientras avanzan los años, el hombre bueno, que
fue un soldado malo, reclama sus vivencias de guerra, que se multiplican en
recuerdos, como si no hubiera dejado nunca de estar agazapado en el pozo de su trinchera.
La guerra del fútbol - Ryszard
Kapuscinski
Muy recomendable
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