¿Qué sociedad puede crearse entre la soledad y la belleza? Imaginen a un hombre de mediana edad con una escopeta de caza al hombro, una pipa entre sus labios, un perro acompañándolo y frente a él una montaña que parece haber quedado estática como en una pintura o plastificada como en un cromo coleccionable. Uno solo ve la espalda del cazador, pero en su movimiento hacia la altura, en sus pasos y sus respiros, percibe la tristeza empobreciéndolo. Ya no hace falta mirar el vacio de sus ojos o los pliegues que forman sus gestos cuando la nostalgia lo moldea. Sabemos que es un hombre dentro de otro. Y que ese otro apenas se asoma.
En tres cartas de mujeres dirigidas a Misugi conocemos al hombre. La densidad de los temores, el dolor y la felicidad de las vidas de Shoko, Midori y Saiko nos muestran completamente el interior de un ser triste y socavado. La intensidad es tal que la tristeza de Misugi, traslucida a través de las lágrimas de las mujeres, articula una imagen poderosa. La soledad.
El sufrimiento del hombre es un núcleo blindado por la cotidianidad. Flanqueado por los estereotipos. Sus lágrimas se enquistan como un tumor invisible en los lagrimales y angostan los ojos mientras los años pasan. Es por ese motivo que las lágrimas de este tipo de hombre son joyas. Cuando se derraman lo hacen en lugares vacios que tienen como únicos testigos las montañas estáticas, los torrentes secos, los ocasos apagados o las hogueras que no lanzan sombras. Cuando vemos a un cazador alejándose por un camino sin senda, como apartándose del mundo por un instante y con vehemencia, quizás podamos observar, si tomamos mucho cuidado de no espantarlo, la soledad y la belleza en las lagrimas que derrama mientras apunta a una criatura.
Yasushi Inoué es un escritor que presagia en sus historias los escapes que el espíritu del hombre intenta ocultar. El odio, el pecado, el dolor como sombras evanescentes de lo inconfesable. Y finalmente, la muerte como protagonista sigilosa de la vida, como aquel misterio que el escritor insinúa en todas sus líneas con el objetivo de que cuando se revele estalle como la máxima obviedad. El final.
En tres cartas de mujeres dirigidas a Misugi conocemos al hombre. La densidad de los temores, el dolor y la felicidad de las vidas de Shoko, Midori y Saiko nos muestran completamente el interior de un ser triste y socavado. La intensidad es tal que la tristeza de Misugi, traslucida a través de las lágrimas de las mujeres, articula una imagen poderosa. La soledad.
El sufrimiento del hombre es un núcleo blindado por la cotidianidad. Flanqueado por los estereotipos. Sus lágrimas se enquistan como un tumor invisible en los lagrimales y angostan los ojos mientras los años pasan. Es por ese motivo que las lágrimas de este tipo de hombre son joyas. Cuando se derraman lo hacen en lugares vacios que tienen como únicos testigos las montañas estáticas, los torrentes secos, los ocasos apagados o las hogueras que no lanzan sombras. Cuando vemos a un cazador alejándose por un camino sin senda, como apartándose del mundo por un instante y con vehemencia, quizás podamos observar, si tomamos mucho cuidado de no espantarlo, la soledad y la belleza en las lagrimas que derrama mientras apunta a una criatura.
Yasushi Inoué es un escritor que presagia en sus historias los escapes que el espíritu del hombre intenta ocultar. El odio, el pecado, el dolor como sombras evanescentes de lo inconfesable. Y finalmente, la muerte como protagonista sigilosa de la vida, como aquel misterio que el escritor insinúa en todas sus líneas con el objetivo de que cuando se revele estalle como la máxima obviedad. El final.
La escopeta de caza – Yasushi Inoué
Muy recomendable
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