En una isla a donde ha ido a parar un prófugo, las realidades se congelan una dentro de otra creando una visión de holograma, como si expusiéramos a la luz dos instantes de silicón. Las formas, los colores, la textura, quedan duplicadas con una imperfección tal, que el mundo es otro y los protagonistas grabados confunden su corporalidad con entidades de otros tiempos y otros lugares.
El isleño empieza a explorar la isla que ha adoptado pese a las advertencias de descomposición anidando bajo su piel, como el preámbulo de una enfermedad horrorosa y agónica. Luego de algún tiempo impreciso, empieza a observar en la colina, cerca de su refugio, a un grupo de personas, de las cuales huye pensando que entre ellas se encuentran sus perseguidores. Pero una tarde, en la playa, halla a Faustine y la realidad cambia. Su vida se integra a un sentimiento de perpetuo amor por la dama en la playa bebiéndose el ocaso.
Bioy Casares crea una novela “perfecta” (no solo el prologo de Borges la nomina así, su estructura circular la convierten, en palabras de Sábato, en un eternorretornograma) en donde la metáfora desmembrada del amor imposible consiente como última esperanza la discusión sobre la inmortalidad humana a través de una invención: La invención de Morel. Un dispositivo, que como el fonógrafo, el cinematógrafo, la televisión y la radio, registra imágenes y sonidos. Pero la invención es aún más horrorosa, tiene la cualidad de grabar todo y al parecer extraer el espíritu de las cosas sobre la cual su lente se posa. Así, la eternidad se convierte en testigo del registro que una y otra vez se reproduce, mientras que la otra realidad, de la cual el isleño quiere escapar (y no se lo reprochamos cuando conocemos finalmente su sufrimiento y sus deseos) se descompone.
La fantasía para Bioy Casares fue una respuesta definitiva al realismo imperante en aquella época. Los 40´ amenazaban con enmarcar la literatura en un límite psicológico y real, dejando la ficción y lo fantástico en un cementerio estéril pero de jardines muy bien cuidados. Su obra desde entonces se convirtió en un referente de creatividad y de retorno.
El isleño empieza a explorar la isla que ha adoptado pese a las advertencias de descomposición anidando bajo su piel, como el preámbulo de una enfermedad horrorosa y agónica. Luego de algún tiempo impreciso, empieza a observar en la colina, cerca de su refugio, a un grupo de personas, de las cuales huye pensando que entre ellas se encuentran sus perseguidores. Pero una tarde, en la playa, halla a Faustine y la realidad cambia. Su vida se integra a un sentimiento de perpetuo amor por la dama en la playa bebiéndose el ocaso.
Bioy Casares crea una novela “perfecta” (no solo el prologo de Borges la nomina así, su estructura circular la convierten, en palabras de Sábato, en un eternorretornograma) en donde la metáfora desmembrada del amor imposible consiente como última esperanza la discusión sobre la inmortalidad humana a través de una invención: La invención de Morel. Un dispositivo, que como el fonógrafo, el cinematógrafo, la televisión y la radio, registra imágenes y sonidos. Pero la invención es aún más horrorosa, tiene la cualidad de grabar todo y al parecer extraer el espíritu de las cosas sobre la cual su lente se posa. Así, la eternidad se convierte en testigo del registro que una y otra vez se reproduce, mientras que la otra realidad, de la cual el isleño quiere escapar (y no se lo reprochamos cuando conocemos finalmente su sufrimiento y sus deseos) se descompone.
La fantasía para Bioy Casares fue una respuesta definitiva al realismo imperante en aquella época. Los 40´ amenazaban con enmarcar la literatura en un límite psicológico y real, dejando la ficción y lo fantástico en un cementerio estéril pero de jardines muy bien cuidados. Su obra desde entonces se convirtió en un referente de creatividad y de retorno.
La invención de Morel - Adolfo Bioy Casares
Muy recomendable
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