Emil Zátopek es un soñador, joven y espigado, que un buen día se pone a correr y descubre que le gusta. Desde entonces no deja de hacerlo. No deja de superar todos los records del mundo. Su correr es extraño y doloroso, es como si hiciera todo lo posible por romper los cánones atléticos. Cuando se cansa, en lugar de mantenerse en un nivel de recuperación disminuyendo estratégicamente el impulso para, como lo hacen todos los atletas de fondo, rescatar las fuerzas que lo llevaran a la meta, el se esfuerza aún más, hasta que su cuerpo se contorsiona y parece adquirir la forma de un maniquí desarticulado a punto de desarmarse y estrellarse en el suelo. Y gana.
Ha logrado en su vida muchos aplausos y la adhesión del mundo libre, de aquel mundo más allá de las fronteras que encierran su lugar. Aquel nuevo mundo lo transporta, pero no lo suficiente como para distraerlo de su único objetivo: correr.
La republica de Checoslovaquia en la década del sesenta, ha pasado por todas las denominaciones pírricas que le pueden hacer a un país. Es al final, camuflado o no, un régimen comunista bajo la tutela de su hermana mayor, la URSS, que no deja que se porte mal y está pendiente de cada paso que da en búsqueda de una sociedad controlada y perfecta: la franquicia más denodada del comunismo proletario y mísero.
En aquel país, el silencio, es el discurso de los vecinos. El miedo, la piel que viste a los checos de a pie. El sueño nacional, una utopía vista como un bálsamo marginal y peligroso. En ese mundo, el sargento Emil Zápotek asciende hasta coronel y deleita, como si fuera, la máxima joya de la publicidad socialista, al régimen abusivo que solo ve en él, la imagen que aprovecha para estafar a los jóvenes y maquillarse frente al mundo. “La republica checoslovaca produce dignos campeones que nadie en el mundo puede vencer. Campeones que el socialismo ha nutrido, héroes de una educación a prueba del infecto capitalismo en declive”. Así dirían aquellos cerriles soldados. Pero otro buen día, el coronel Emil Zápotek, sin dejar de correr, pero ganando menos y superando pocos records, decide protestar. Y su pueblo, que desde siempre lo apabulla con afecto y omnipotencia, lo ve correr otra carrera y lo aplaude aún más, porque en esta ocasión, él los hace llegar en el primer lugar y resistir al abuso y la represión del régimen desmedido y nefasto de la hermana mayor invasora.
Jean Echenoz es un escritor minimalista, transparente y directo. Nos describe la vida de Zápotek, sin ser una biografía, con una sencillez y una avidez tal, que ni nos damos cuenta que lo leemos. No podemos distinguirnos sentados en el sofá, en la cama, en donde sea, con un libro en las manos y la mirada pegada a él o con la misma mirada pegada a un televisor observando una pequeña obra de arte, que zapeando, hemos tenido la suerte de encontrar entre aquellos canales que pasan películas alternativas que siempre ganan el Oscar a mejor filme extranjero.
Correr es una pequeña novela conmovedora y aleccionadora. Brillantemente escrita, como deben escribirse las biografías que no lo son. Una vez iniciada, dos horas después encontraran el final y no podrán creer que en realidad nunca estuvieron leyéndola. Fue otra pequeña película que no olvidaran.
Correr – Jean Echenoz
Muy recomendable
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