miércoles, 3 de noviembre de 2010

La virgen de los sicarios

En una ciudad que es invadida por la corrupción institucionalizada, la envidia vecinal, la indolencia por la vida, la procreación de la pobreza, la fealdad y la violencia sin bando, aparece un ángel de ojos verdes. Verdes como las esmeraldas más bellas del país de las esmeraldas. Este ángel aniquilador porta una pistola a un lado y a un viejo, al que ama, al otro. Mata por saludo como dando los buenos días, por presunción para que no lo maten los hermanos y los tíos del difunto, mata por una mirada que no debía ser dirigida y no por la mirada misma sino por el cómo se mira, mata a una madre que no debió nacer y también a su engendro que está a punto de hacerlo y lo hace porque es pobre, o por que huele mal o porque aquel bastardo cuando nazca berreara crónicamente como un becerro que nunca se cansa de mamar de una teta seca. Pero, el ángel, nunca mata por compasión. No se atreve, es incapaz de hacerlo. Se le tuercen los nervios y empieza a temblar como un niño. Porque el ángel es un niño. Un niño sicario de ojos verdes y la ciudad que camina para hacer justicia es Medellín. Una ciudad donde Satán visita cada vez en vez y siempre se olvida de ordenarla antes de salir.
La virgen de los sicarios es una de las mejores novelas escritas los últimos treinta años en idioma castellano. Escrita en segunda persona, el personaje que se llama Fernando, como el autor, nos describe el momento más caótico y violento que paso esa ciudad. Cuando el narcotráfico la dominaba comprando autoridades, medios y generando una casta nueva de niños que mataban sin que la piel temblara, sin que en sus sueños los fantasmas de sus muertos los visitaran. Fernando Vallejo de manera descarnada, sin anestesia y con absoluta libertad, como para que los censure la mitad del mundo y lo admiren la otra mitad, nos relata la historia de un país convulso, contaminado, podrido, sin cura. Un país que descompone, envenenando lo que está a su alrededor. Nos habla de la política mentirosa e hipócrita, nos habla de los pobres y su autogeneración y propagación. Nos habla de la iglesia cómplice y cobarde. Nos habla de un estado que se enloda como lo haría un cerdo para refrescarse en el mismo lodo que crea.
No solo nos muestra un momento que parece perpetuarse. El como lo hace es tan cercano de la realidad que uno siente por momentos que está sentado en una cantina en los límites de Medellín escuchando a un parsero contarle una historia, como las que siempre se cuentan en una cantina con una botella de ron ya seca y con la elocuencia del que no le teme a la muerte, que cerca escucha todo.
Vertiginosa, con un tono que cambia a cada muerte y que nos invita a recorrerla en menos de una hora. Con intensión de mostrarnos de manera pedagógica y literaria el Medellín errático de los últimos años, Fernando Vallejo nos obliga a esquivar la bala que dibujaría una cruz de ceniza sobre nuestra frente. Así es esta novela, una bala con sustancia, de gusto a plomo, santidad y sangre, que promete liberarnos o enterrarnos.

La virgen de los sicarios - Fernando Vallejo



Muy recomendable

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