sábado, 12 de marzo de 2011

Un viejo que leía novelas de amor

Antonio José Bolívar Proaño es un viejo cazador, pero él no lo considera así. Cree no tener el hambre que pudre por dentro, ni la erección que se revela cuando el perseguidor elige a su presa. Luego de vivir como un colono sin suerte y a la muerte de su esposa, se interna en la selva y conoce a los Shuar, un grupo de nativos de generaciones ancestrales que le enseñan a enfrentarse a la muerte y a descubrir la guarida de su miedo. Le inician en el conocimiento de los colores y convulsiones de la selva. Pero después de décadas viviendo con ellos le exigen regresar a su tierra. Así son los Shuar, te estiman, te respetan, te extrañan y se alegran cuando regresas, pero también son exigentes con el respeto por sus costumbres y su hogar.
Viviendo en su choza luego del destierro Shuar, Antonio José Bolívar Proaño, se convierte en un devoto de las historias de amor. De aquellas en donde se sufre, se llora pero al final se ríe. Son novelas que alejan de su mente la obra creadora del hombre, el desierto.
Pero un día todo se complica, y un blanco buscador de oro es encontrado muerto. Empieza una cacería en donde los elementos de la caza se intercambian hasta alcanzar un final dramático y honesto entre el hombre y la bestia.
Luis Sepúlveda crea una obra literaria impresionante por su sencillez y por el mensaje que se enhebra entre la trama de la historia. La selva como un organismo que exige una lectura sabia y respetuosa y la inequidad del hombre que blasfema contra ella violándola y humillándola como si se tratara de una mujer desgraciadamente hermosa e inteligente asechada por una bestia que se autodenomina hombre.
No es extraño enterarse que esta pequeña novela ha sido traducida a 33 idiomas y en cada uno de ellos se percibe la genialidad del escritor que a partir de un cuento que muestra a otros seres humanos, de aquellos que pueden redefinir la belleza y la armonía como algo nuevo, pueda conmover al lector a tal grado de comprometerlo en el tema como si del inicio de una aventura se tratara. Indiscutiblemente, una obra muy difícil de olvidar, porque se te pega como la tibia niebla que se forma cuando nuestras plantas y animales transpiran.

Un viejo que leía novelas de amor – Luis Sepúlveda


Muy recomendable

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