lunes, 20 de junio de 2011

El ángel conyugal

Lilias Papagay ha perdido a su esposo hace mucho tiempo y la soledad, que trata de compactar todo bajo su almohada llena de lágrimas, le obsequia una salida espirituosa. Las reuniones se concilian casi siempre en las casas de los clientes. En un ambiente donde las velas son las únicas que se sienten cómodas y con la inapreciable ayuda de Sophy Sheeky, una joven que tiene un poder muy peculiar, la viuda Papagay establece conexiones con un mundo espiritual a través de la escritura automática. Lilias descubrió la asombrosa cualidad de Sophy de casualidad y ahora es la llave que abre los candados del mundo de los muertos. No es extrañar que una criatura tan impasible y glacial tenga una sensible comunión con el silencio. El silencio que genera las plumas doradas de los ángeles y los poetas muertos.

Los clientes de ocasión son la señora Emily Tennyson, hermana del poeta y novia-viuda de Arthur, otros poeta, irrevocable amigo del hermano, Alfred. El capitán Jesse, esposo de la novia-viuda, que le hurtó la redención casándose con ella. El señor Hawke, fundamentalista Swedenborgiano, con deseos carnales cobijados por su roja falsedad. La señora Hearnshaw, repetitiva homicida de sus Amys, hijas que nacen una después de otra y todas mueren sin explicación, después de lo cual, la rolliza mujer lo vuelve intentar. Pequeñas muertes que se asilan en cajones blancos para velar. Y para darle una firmeza victoriana, a prueba de humor, adornan la escena un cuervo de mirada de muerte que la señora Emily alimenta desde una pequeña bolsa llena de carne cruda y pestilente y un perro que parece un trapo viejo y sucio que manifiesta su vida a través de armónicas flatulencia que emite en los momentos de mayor concentración, como si quisiera brindar una merecida bienvenida a los fantasmas y hacerles recordar que este mundo es más hediondo que el de donde vienen. Y esta cofradía reunida, en una de las últimas sesiones y con la insoslayable ayuda de Sophy, perciben un ángel y la vida se precipita para todos.

El ángel conyugal es una de las mejores novelas de Antonia Byatt. La armonía del lenguaje y la envolvente imagen que genera nos desafía. Su lectura, mientras la disfrutamos, va convirtiéndose en un reto vital. Nos aborda desde un mundo victoriano y nos sorprende por aquella cualidad que nace solo de su pluma: la sensación de invitación, como a través de un espejo, hacia una realidad fantasmal.

La mirada de Byatt es intensa y redonda. Sus obras, que carecen casi de trama, se convierten en pliegues que se dobla y se doblan, generando una sensación de totalidad. Lo maravilloso no es ingresar en el mundo de los personajes, sino, como ingresar en él. La invitación, en este caso, es un ticket que nos abre una puerta hacia el otro lado y mientras vamos convirtiéndonos en parte del grupo esotérico, quedamos paralizados por la forma como Byatt nos transporta sobre esas visiones. Cuando nos damos cuenta, ya estamos perdidos. Soñando misterio entre los dedos de la creadora.

El ángel conyugal (Ángeles e insectos) – Antonia Susan Byatt

Muy recomendable

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