martes, 26 de julio de 2011

Arráncame la vida

Catalina tenía quince años cuando conoció al general Ascencio. La sacó de la casa de sus padres, se la llevó a un hermoso lugar y mientras ella se volvía tan rígida como un tronco seco, la penetró para siempre. Pasado un mes de ausencia, el general entró en la casa del padre, se encerró en el despacho y salió para tomar de la mano a su futura esposa. Desde ese día Catalina se convirtió en una mujer que siempre deseo ser viuda.
Mientras pasaban las décadas y el general se hacía predecible, el miedo a la muerte, que se arrastrar alrededor de la alcoba en aquellas noches de inconsciencia etílica, empezó a ceder camino al deseo de pronta bienvenida. El tormento de la tiranía de los tiempos que echaba a perder la belleza para otro hombre; el vacío en el hogar que podía prolongarse por meses y que finalmente anheló, como también disfrutó la ausencia de la fetidez del marido cuando regresaba a casa eufórico por lo bien que le salían los planes, negocios como decía él, que siempre involucraban a algún campesino o izquierdoso muerto; el frio que la empapaba se trastorno y empezó a llamarse su amigo. Y mientras Catalina se convertía en una mujer que se atrevía a serlo, México germinaba en un crisol de violencia, corrupción y muerte. Aquella que surgió inevitable e imperecedera como el despreciable engendro de la revolución.
Arráncame la vida es una canción compuesta por Agustín Lara y alguna vez la cantaron Pedro Vargas, Libertad Lamarque y Eugenia León, pero nadie, dicen los mejores críticos, la interpretó como Toña La Negra, que para que le saliera desde a dentro, hurgaba en la historia de la mujer, de la deseosa joven con rostro de viuda precoz. Y brotaba con una fuerza y un sentimiento que paralizaba a todos, en especial a los victimarios, a aquellos hombres que habían nacido de una mujer para arrancarle la vida a otra.
Ángeles Mastretta construye una obra soberbia, y en ella le da a la mujer las dignas credenciales de su liberación. Le otorga la fuerza que nace de la subordinación conyugal para convertirse en un huracán de desagravio, en un portento tremor de justicia.
Cuando lees esta obra descubres a la víctima desde las primeras líneas y esperas, más por hábito que por lógica, una progresiva aniquilación. Es que es difícil imaginar a un ser humano siendo abatido sistemáticamente, siendo explorado hasta sus simientes para dragarlo y destruirlo. Llevarlo cerca de la muerte y dejarlo ahí, para contemplarlo. Para contemplar sus estertores y proclamarse el soberano absoluto. Es difícil verlo salir de ahí. Indemne y con la forma que quiera.
El eterno tormento que ejecuta el predador, el hombre, sobre su presa y su posesión, la mujer. Y en esta historia, que refleja, en la actualidad, más realidad que ficción, observamos el digno camino que han emprendido las mujeres del mundo por la reivindicación de su voluntad y sus deseos.   
Ángeles Mastretta, es una escritora poblana, que logra, no solo colmar la historia revolucionaria de México con la sublevación de Catalina, a su vez y como un hilo invisible que sutura las heridas sin cerrarlas, expone con pasión y ruptura el origen de la violencia y la muerte en el México de hoy.
 
Arráncame la vida – Ángeles Matretta
Muy recomendable

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