miércoles, 27 de julio de 2011

Bartleby el escribiente


Bartleby es un amanuense o un copista judicial. Trabaja en una oficina de un abogado en un segundo piso en Wall Street. Es sumamente eficiente y muy honesto, parece trabajar todo el día. Cuando llega el primero de los copistas a la oficina lo ve allí. Y cuando se va el último, aún está en aquella ermita que el abogado ha dispuesto junto a su oficina y que solo es separada por un biombo. Pero un buen día, quizás por pasársela buena parte del tiempo libre mirando por la ventana el muro de ladrillos del edificio contiguo, decide preferir no hacer ciertas cosas. Algunos encargos propios de su trabajo, como cotejar las copias con el original o enviar un documento al correo. Resuelve contestarle a su jefe con un simple: preferiría no hacerlo.
Imaginen al abogado, que es el que nos cuenta la historia, tratando de indignarse pero frustrado de no lograrlo. Porque en realidad Bartleby no es un mal sujeto, todo lo contrario, y sus negativas, no es que sean fundadas, pero lograr manifestar tal tranquilidad que es capaz de paralizar una tormenta a su lado.
Es sorprendente el letargo de su entorno. Sus compañeros de trabajo, su jefe, todos parecen convencidos que tiene razón de negarse y caen en un estado de desazón tal que expulsarlo sería no solo una ofensa social, también moral.
Luego, pasadas las semanas, Bartleby decide preferir no hacer nada más. La consternación y la ausencia de acción del abogado terminan por crear el clímax de la obra y nos involucran, generando aquella misma sensación de no saber si despedirlo, expulsarlo, echarlo fuera de la oficina o conmovernos con su soledad, tratar de aproximarnos a sus resoluciones y apiadarnos de un ser humano que no puede ser deshonesto. Estamos convencidos como el abogado, que nos cuenta el relato, que Bartleby solo es un hombre solitario. Pero, ¿de donde proviene esa soledad, que de por si resulta muy amable?
Herman Melville fue siempre un escritor que convierto la soledad en personajes memorables. Ahab, aquel héroe recorriendo el mundo para dar caza al monstruo dentado y coloso. Embarcándose en una aventura para desterrarse en el mar junto a su predador y presa. Bartleby es muy similar, un héroe silencioso y solitario, no recorre el mundo, pero si escudriña el aislamiento eterno que lo rodea y busca algo, quizás una Moby Dick distinta que se esconde en el océano que forma el muro gigante de ladrillos que ve desde su escritorio.
Melville logra en este breve relato una síntesis perfecta. El vacío, la soledad y la ausencia abreviada en un ser que encierra su espíritu dentro de una muralla yerma y proyecta su deseo, inamovible y logrado, cuando simplemente dice: Preferiría no hacerlo.

Bartleby el escribiente – Herman Melville
Imprescindible

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