La literatura ha inventado múltiple códigos, modelos y hechicerías. Hoy podemos escribir sin cánones, desafiando la clave, experimentado o internándonos en espacios alternos, donde quizás la literatura sea un nuevo descubrimiento. La literatura, como un dios desfalleciente, se ha preocupado desde su origen por probar que es real. Que es inmarcesible. Que es una de las exaltadas formas que tiene el hombre de contar la mentira inventando otra más verosímil. Pero existe un grupo de inmortales que se han convertido en elevados representantes de la literatura del No. Aquellos seres que descubren más de una razón para nunca más escribir.
“Es que se murió mi tío Celerino, que era el que me contaba las historias” (Juan Rulfo). “Hoy es necesario que deje de escribir. Me excita demasiado. Y las letras arden y bailan delante de mis ojos” (Robert Walser). “Después de veinticinco años de carretera, como dicen los cantantes, las ganas de escribir son cada vez más difíciles de encontrar” (Bernardo Atxaga). “He intentado inventar nuevas flores, nuevos astros, nuevas carnes, nuevas lenguas. Creí adquirir poderes sobrenaturales. ¡Y ya veis! ¡Debo enterrar mi imaginación y mis recuerdos! Una hermosa gloria de artista y de narrador arrebatada. (Arthur Rimbaud). “Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiéramos” (Marguerite Duras). “Cuando no conocía la vida, escribía; ahora que conozco su significado, no tengo nada más que escribir” (Oscar Wilde). “Mi mejor obra es el arrepentimiento de mi obra” (Juan Ramón Jiménez).
Aquí otra verdad total, de nuestro grande:
“Leyendo hace poco a Cervantes, pasó por mí un soplo que no tuve tiempo de captar...desgraciadamente, pues recuerdo que me sentí impulsado a comenzar algo...Luego todo se disolvió. Guardamos todos un libro, tal vez un gran libro, pero que en el tumulto de nuestra vida interior rara vez emerge o lo hace tan rápidamente que no tenemos tiempo de arponearlo.” (Julio Ramón Ribeyro).
En la obra de Vila-Matas, Marcelo es un escritor que pasa por un periodo de silencio que lleva ya muchos años, décadas. Decide, entonces, inspirado por la historia de Melville (Bartleby, el escribiente) rastrear a los grandes Bartleby de la literatura. Hombres gigantes aquejados por un mal: la pulsión negativa o la atracción para la nada. Marcelo lo escribe como un diario de notas a pie de página. Un texto invisible, solo con las notas. Así recorre dos siglos de escritura de Bartleby en Bartleby, reconociéndolos, comprendiéndolos y conmemorándolos.
Enrique Vila-Matas es un escritor prodigioso que en esta obra, considerada de lectura obligatoria entre las letras españolas, nos muestras el camino de nuevas formas de escritura a partir de la nada, de la ausencia, del No.
“Es que se murió mi tío Celerino, que era el que me contaba las historias” (Juan Rulfo). “Hoy es necesario que deje de escribir. Me excita demasiado. Y las letras arden y bailan delante de mis ojos” (Robert Walser). “Después de veinticinco años de carretera, como dicen los cantantes, las ganas de escribir son cada vez más difíciles de encontrar” (Bernardo Atxaga). “He intentado inventar nuevas flores, nuevos astros, nuevas carnes, nuevas lenguas. Creí adquirir poderes sobrenaturales. ¡Y ya veis! ¡Debo enterrar mi imaginación y mis recuerdos! Una hermosa gloria de artista y de narrador arrebatada. (Arthur Rimbaud). “Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiéramos” (Marguerite Duras). “Cuando no conocía la vida, escribía; ahora que conozco su significado, no tengo nada más que escribir” (Oscar Wilde). “Mi mejor obra es el arrepentimiento de mi obra” (Juan Ramón Jiménez).
Aquí otra verdad total, de nuestro grande:
“Leyendo hace poco a Cervantes, pasó por mí un soplo que no tuve tiempo de captar...desgraciadamente, pues recuerdo que me sentí impulsado a comenzar algo...Luego todo se disolvió. Guardamos todos un libro, tal vez un gran libro, pero que en el tumulto de nuestra vida interior rara vez emerge o lo hace tan rápidamente que no tenemos tiempo de arponearlo.” (Julio Ramón Ribeyro).
En la obra de Vila-Matas, Marcelo es un escritor que pasa por un periodo de silencio que lleva ya muchos años, décadas. Decide, entonces, inspirado por la historia de Melville (Bartleby, el escribiente) rastrear a los grandes Bartleby de la literatura. Hombres gigantes aquejados por un mal: la pulsión negativa o la atracción para la nada. Marcelo lo escribe como un diario de notas a pie de página. Un texto invisible, solo con las notas. Así recorre dos siglos de escritura de Bartleby en Bartleby, reconociéndolos, comprendiéndolos y conmemorándolos.
Enrique Vila-Matas es un escritor prodigioso que en esta obra, considerada de lectura obligatoria entre las letras españolas, nos muestras el camino de nuevas formas de escritura a partir de la nada, de la ausencia, del No.
Bartleby y compañia - Enrique Vila-Matas
Muy recomendable
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