lunes, 27 de diciembre de 2010

Ciudad de cristal

Daniel Quinn es un escritor que ha perdido a su esposa y a su hijo. Desde entonces (hace cinco años) ha desaparecido del mundo. Sigue escribiendo pero como William Wilson. Escribe historia de detectives protagonizadas por Max Work que tiene más sustancias que el mismo Wilson y aún más que el propio Quinn. Una noche Quinn recibe una llamada telefónica equivocada. Cuelga. Al día siguiente la recibe de nuevo. Cuelga. Finalmente días después, otra vez y en esa última vez decide llevar la equivocación más allá. Decide hacerse pasar por un detective privado llamado Paul Auster, persona por la cual ruega aquella voz que lo ha despertado y lo ha hecho ansiar algo que nunca ha anhelado como Daniel Quinn: un caso de un pronto asesinato.
A partir de este hecho se inicia una urgente historia que no dejara al lector quieto y que lo convertirá en un ser adicto a las palabras y a los juegos meta literarios de Auster. Esta es una advertencia a la vez que una nota de lectura. Ingresar al cosmos de Auster implica estar preparado para dejar este mundo durante horas e internarse en los laberintos persistentes y metafísicos que nutren sus novelas. Nos convertirnos sin apenas percibirlo en entes lectores que pierden la perspectiva del tiempo y del espacio y nos confundimos con las escenografías fotográficas y las tramas atrapantes de Auster. Pero a la vez luchamos por no alejarnos mucho del mundo real, que es el único que nos permite darnos cuenta, por un filón de claridad, que solo estamos leyendo un libro.
Ciudad de cristal es la primera novela de la Trilogía de Nueva York, conformada por Fantasmas y La Habitación Cerrada (pronto a ser devoradas desde un sofá inventado por mi imaginación). Nos muestra un desequilibrado mundo interior. Los pensamientos o la ausencia de ellos de un escritor enfrentado a bifurcaciones de la realidad y obligado por esta a decidirse por una u otra vía, consciente que cualquiera de ellas generarán un final distinto y no feliz. Mientras Quinn nos describe su aventura buscando a un asesino que aún no ha asesinado, se filtra a través de sus movimientos y pensamientos una ciudad que existe o quizás no: Nueva York.
Paul Auster es un escritor ingenioso que ha llevado su creatividad por espacios que nadie ha recorrido. Su manera de contarnos las historias hace que nuestra mente dibuje las tramas a velocidades distintas que en la realidad y con frecuencia notamos haber vivido entre sus páginas por meses e incluso años cuando en realidad han pasado solo dos horas desde la primera palabra hasta el punto final.

Ciudad de cristal – Paul Auster

Imprescindible

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